La economía mexicana, como cualquier otra del mundo, puede ir bien, pero nadie puede garantizar su continuidad y menos para siempre.
Los históricos ciclos económicos lo prueban. La economía, como la política, es caprichosa, veleidosa y falta de palabra, por razones internas y externas. Éstas últimas quizá las de mayor peso. Razones no solo económicas, sino también financieras, geopolíticas y decisiones fiscales unilaterales de otros países con los que se tenga relaciones comerciales, hasta desastres y catástrofes climáticas.
Por ello sería un error considerar como actos de mala fe las estimaciones de agencias calificadoras internacionales como Fitch Ratings que adelantó una drástica contracción económica para México.
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Creer con el sentimiento y el puño puesto en ideas patrioteras para pensar que las políticas arancelarias que anuncia e impone Donald Trump a México y al mundo, no afectarán la economía mexicana, sería tanto como meter las manos al fuego por algo que no depende ni se resuelve con marchas ni grandes concentraciones en el Zócalo de la CDMX.
México necesita ser más eficiente, productivo y serio en sus políticas laborales, necesita certidumbre jurídica para los inversionistas y la estricta aplicación y cumplimiento de la ley, así como frenar el desorden administrativo, la improvisación en los cargos públicos y la corrupción.
Desde luego, usted puede verlo de otra manera.
Al buen entendedor, pocas palabras. |
