El próximo domingo casi nadie votará por el mejor; lo haremos por el menos ratero, el menos corrupto, el menos indecente. Es decir, escogeremos entre el pésimo, el malo y el peor.
Quién iba a decirme a mí, que por décadas he atacado a los corruptos del PRI, el PAN y a esa pandilla de zánganos que medran en el PRD, que estoy a punto de votar por su candidato porque no tengo otra opción. ¡Quién me lo iba a decir!
Quién me iba a decir que haré con mi voto algo indecoroso al sufragar por un ladrón que quiere ser diputado federal, pero que lo haré así porque no quiero que haya una dictadura en mi país.
Y así como yo mi estimado Bernardo, están millones de mexicanos, deseando que regrese el malo por conocido en lugar de que se perpetúe el déspota al que estamos conociendo.
Lo anterior me lo dijo ayer un amigo periodista de la Ciudad de México, con el que platiqué largo y tendido en el puerto de Veracruz sobre las inminentes elecciones.
Y tiene razón, la disyuntiva de los opositores de la 4T es defender la democracia por metafísica que sea, o dejar que Andrés Manuel se atragante de poder. El problema es que no hay mucho parque con qué enfrentar al tabasqueño.
Si por un lado Morena está presentando candidatos con pésimos antecedentes, la oposición no le va a la zaga porque sigue con sus mismos vicios al proponer como aspirantes a bandoleros reciclados y a los corruptos de siempre.
Hay municipios donde los candidatos tienen señalamientos penales y por esos habrá que votar para evitar que ganen los de Morena.
Más kafkiano imposible.
Aunque con toda honestidad lector, mal está México como país cuando por tratar de evitar que Andrés Manuel López Obrador se convierta en dictador, millones de mexicanos de buena voluntad se verán en la penosa necesidad de tener que sufragar por quienes los engañaron, robaron, endeudaron o por lo menos los transaron, pero que les juran por esta cruz que no lo volverán a hacer.
bernardogup@hotmail.com
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