En 2018 reportábamos que Sara Ladrón, rectora de la Universidad Veracruzana, había adquirido de contado una propiedad con valor de 12 millones de pesos. La humilde casa y terreno se encuentran en la calle Corregidora de esta ciudad de Xalapa, con superficie remanente de tres mil 547 metros cuadrados. Por otro lado, también reportamos a tiempo que, en 2017, de acuerdo con el QS Latin America University Rankings, la UV se encontraba en el lugar 132 de las mejores universidades de Latinoamérica con una calificación de 32.2 puntos de 100 en juego; fue el último año del primer periodo del rectorado de Sara Ladrón. En 2018, el primer año del segundo periodo de su rectorado, Sara puso a la UV en el lugar 161. En el año 2019 la UV se recuperó un poco, llegando a estar en el lugar 148, con una calificación de 32.5 puntos. En 2020 la UV pasó al lugar 136, con un puntaje de 35. En 2021 hubo otro retroceso, la UV bajó al lugar 138, con 32.5 puntos. Duele reconocerlo, pero ese es el lugar de la Universidad Veracruzana en Latinoamérica; es el lugar en el que Sara Ladrón mantuvo siempre a nuestra máxima casa de estudios. Claro, ella podrá decir misa, podrá decir que salvó muchas cosas del naufragio, que se enfrentó a los gobiernos corruptos, que peleó porque le devolvieran a la UV los recursos que merecía; un discurso que suena vacío después de ver las estadísticas, fríos números que nos restriegan la verdad en la jeta. Sin embargo, a pesar de Sara Ladrón, la grandeza de la UV se mantuvo en muchos de sus académicos, de sus maestros, de sus alumnos, de sus egresados. Y eso porque la UV no es la rectoría, no es un edificio lleno de funcionarios, muchos de ellos incompetentes. La universidad está en uno, en cada trabajador que cumple, en cada maestro que disfruta de dar clase, en cada alumno que se delita en aprender, en cada egresado que pone en práctica lo aprendido. Afortunadamente Sara Ladrón no tuvo influencia ahí.
Zenyazen Escobar, el hazmerreír de la academia. Todos se burlan de su doctorado “patito”. Ya le dicen el “Lord Molécula” veracruzano
En México cualquier payaso de circo tiene un doctorado honoris causa. Empecemos por “Lord Molecula”, también la güera que se operó para parecerse a Thalía y el “Pirata”; todos ellos, patiños en las mañaneras del presidente López Obrador. Doctorado honoris causa también tienen Laura Bozo, el Hijo del Santo, Mil Máscaras, Máscara Año 2000, Canek, el Fantasma y Tinieblas; Roberto Palazuelos y Tatiana también tienen esa “distinción”. Y es que todos en la academia saben que para obtener un diploma de esos sólo se requieren unos 30 mil o 40 mil pesos, dependiendo del estafador. Zenyazen Escobar, el stripper favorito de Cuitláhuac García, quien se compró su título universitario, también pagó para que la pomposa y estafadora Academia Mundial de la Educación le diera un título, una toga y un birrete. Y todavía lo presume el secretario de Educación de Veracruz. Lo presumió como lo han presumido Laura Bozo, Palazuelos, Lord Molécula y la güera de las mañaneras. ¿En verdad Zenyazen Escobar creerá que ese título “patito” borrará la estulticia de su persona? ¡Qué poco cálculo el de sus asesores (strippers entre ellos) que le hicieron creer que los maestros lo iban a respetar más al enterarse del diploma que se había comprado! Zenyazen Escobar es el “Lord Molécula” veracruzano; es como el burro cargado de libros (en este caso títulos) que piensa que por ello es más inteligente que los demás.
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