II
A finales de mayo de este año, una columna de Salvador García Soto titulada “Yunes y las vueltas de la vida…” daba santos y señas del choleño, en especial de su paso por la dirección general de Prevención y Readaptación Social así como del Issste, entre otras cosas, y remataba sus comentarios con un mensaje:
“Con 68 años y con una enfermedad que se le ha complicado”, habría recurrido a “un político del sureste” –presuntamente el exmandatario chiapaneco Manuel Velasco Coello, actual coordinador de los senadores del PVEM– para que intercediera ante AMLO y le transmitiera el siguiente mensaje: “Que tenga clemencia y piedad. Que yo estoy enfermo, que si van contra mí yo puedo responder y dar la cara, pero que a mi familia la respete y no les haga daño”.
Dos detalles no escaparon para quienes gustan de leer entre líneas:
Primero: Quien conoce a Miguel Ángel Yunes Linares sabe que jamás pediría clemencia o piedad porque entiende esa parte del juego de la política, parecido a algo como “el que se lleva, se aguanta” y es la escuela que han aprendido tanto Fernando como Miguel Ángel, eso sí, ambos con estilo propio, muy personal de hacer la política de cada uno de ellos.
Segundo: La pretensión pues, era pintar a un López Obrador piadoso, clemente o al estilo de aquella columna del tocayo García, un “Perdonavidas”.
A partir de esa columna, pues, pareciera que había una tregua pero con la idea de que se viera que AMLO no fue el que dio su brazo a torcer.
III
Volviendo a la Mañanera de ayer, con la reportera que puso a Miguel Ángel Yunes Linares en la tribuna mediática más grande del país, es seguro que esperaba en la respuesta de Andrés Manuel López Obrador una serie de adjetivos, de señalamientos, de acusaciones, de motes… pero no los hubo… el Pejedente simplemente se concretó a deslizar el bulto a las Fiscalías con un simple “que informen si hay denuncias”... nada más, y se lanzó contra los conservadores con su clásico discurso.
Han de disculpar, pero la lectura que expone el Pejedente con respecto a Yunes, es lo que nos lleva a esa frase de la obra de teatro que al inicio platicamos… “Entre políticos podemos despedazarnos, pero jamás nos haremos daño”.
Claro, no se trata de cualesquier políticos, se trata de dos animales políticos que son iguales en sus dimensiones y tamaño… sí, para muchos les puede resultar repulsiva la idea de que puedan ser iguales, pero la pregunta en sí sería: para quién y ante quién son iguales, porque es evidente que hubo un intermediario entre ellos y éste no fue Velasco Coello.
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