De acuerdo con el librito no escrito de la política, AMLO alentó intereses y desalentó lealtades. Alentó el nacimiento de nuevas tribus dentro de MORENA, las que sumadas a las que había de origen hicieron nacer un huracán con dirección a rompimientos, fracturas y nuevas alianzas internas y hasta con la oposición.
AMLO se debió dar cuenta solo, pues se ha visto claro que carece de asesores políticos, y hoy trata de enmendar lo que estaba a punto de no tener regreso y lo hace como solo él le gusta hacerlo: con una declaración y en La Mañanera de hoy.
“No tengo preferido, ni preferida”, dijo. Aunque para ser más claro debió decir “No tengo preferida” pues es claro que con su anticipado destape a la única que puso en el ojo del huracán fue a la titular del Gobierno de la CDMX y la convirtió como la enemiga número uno de entre los destapados, principalmente del senador Ricardo Monreal Ávila y del canciller Marcelo Ebrard, quienes sin rubor alguno levantaron la bandera de la inconformidad y exigieron piso parejo.
Así que a AMLO no le quedó más remedio que actuar en consecuencia y ofrecer públicamente no meter el dedo en la elección del candidato de su partido. No meter el sagrado dedo señalador y ofreció como alternativa que éste se elija por encuesta.
Quizá sea tarde, quizá no, pero al menos AMLO acaba de echar una cubetada de agua fría sobre las brasas que ya soplaban Ricardo y Marcelo.
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