Una persona descarada es aquella a la que a pesar de que se le descubre una acción flagrante, a pesar de que se le desenmascara, sigue actuando como si llevara la máscara puesta. No es posible que, a estas alturas, cuando es más que evidente el conflicto de intereses en que vive su familia, el presidente Andrés Manuel López Obrador siga actuando como si fuera una persona honesta, honrada, incorruptible. López Obrador y su equipo de comunicación se la pasó el fin de semana completo tratando de encontrar la respuesta adecuada al escándalo sobre las casas en Houston en las que ha vivido su hijo José Ramón López Beltrán. Todo un fin de semana para que lo único que se les ocurriera fue decir: “En este gobierno no tienen influencia mis hijos, no se le da contrato a ningún recomendado (…) está complicado meterse porque al parecer la señora tiene dinero y no tiene nada que ver con el gobierno”. Pero no sólo eso, ardido por el golpe en sus partes nobles, el presidente se fue despiadado contra Carlos Loret de Mola: “Carlos Loret de Mola es un golpeador, mercenario y sin principios”. En este último trienio del gobierno de López Obrador vamos a ver a un presidente que poco a poco se va a ir quedando solo, muy solo; como dijera nuestro admirado René Avilés Fabila, será “El gran solitario de Palacio”. ¿Cómo se puede la gente seguir apoyando a semejante descarado?
Aquellos días en que López Obrador decía a sus hijos: “Alejemos lo más que se pueda de lo material”. José Ramón quería “caminar por la calle, ir al metro”
La entrevista se la hicieron al candidato Andrés Manuel López Obrador, sentado en un comedor sencillo. Estaba con sus hijos, desde el mayor hasta el más pequeño. Hablaban de los inicios de López Obrador como fundador de la posición en Tabasco. Andrés Manuel López Beltrán decía sobre su formación: “No somos estos juniors abusivos del poder, no creemos en el nepotismo, creemos que es una lacra más del sistema”. Cuando a López Obrador le tocó hablar dijo: “El consejo que yo he dado a mis hijos, a quienes quiero tanto, en las pláticas circulares, en los diálogos circulares con Beatriz, con seres queridos, siempre procuro recomendarles que nos alejemos lo más que se pueda de lo material”. Entonces José Ramón López Beltrán, el hijo mayor, quien tiene una casa lujosa en Houston que, según López Obrador, le compró si esposa, comentaba sonriente: “Me gustaría seguir tomando café en cualquier cafetería, tranquilo; caminar por la calle, ir al metro”. Pues partiendo de esta plática, parecer, ni los hijos de López Obrador siguieron sus consejos ni José Ramón López Beltrán, que se mueve en una camioneta Mercedes de un millón y medio de pesos, sigue viajando en Metro. Esta plática sólo marca la hipocresía y el cinismo que esa familia venía empollando.
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Cuando tu padre te quiere defender y sin querer te dice mantenido. «La señora tiene dinero», entonces el hijo es el mantenido
No acaba de entender el presidente López Obrador el daño que le hizo a la reputación de su hijo mayor, José Ramón López Beltrán. Cuestionado sobre el reportaje de las casas en Houston donde vivió y vive su hijo, el presidente optó por la más indigna de las explicaciones: «La señora tiene dinero». No podía decir el presidente que su hijo, durante muchos años de trabajo, había acumulado un patrimonio importante gracias a sus empresas, sus trabajos o asesorías. No podía decirlo porque hasta el momento, lo que se sabe es que José Ramón ha vivido siempre a expensas de su padre y del partido de su padre; como un mantenido. Entonces, para explicar la riqueza y los lujos que rodean a su hijo mayor, el presidente optó por decir que esos lujos se deben a que la esposa de su hijo es rica. Por lo tanto, el hijo sigue siendo un mantenido, que vive bien no gracias a su trabajo, sino gracias a la riqueza de su esposa. Lo que siguió fue un intento de “matar” al mensajero. Entonces, de manera bravucona, se fue contra Carlos Loret de Mola, el periodista que reveló la lujosa vida de su hijo. López Obrador, de manera artera, intentó descalificar al periodista, como si descalificándolo limpiara la reputación de su familia. No lo conseguirá. En el imaginario colectivo la gente se va dando cuenta que la honradez de López Obrador se ha convertido en un mito muy fácil de derrumbar.
Armando Ortiz
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