¿Es el gobierno, el Estado, el autor intelectual de los asesinatos de periodistas? Salvo casos muy específicos, podría afirmarse que no. Pero no lo es ahora y no lo ha sido antes. La sangría de reporteros en Veracruz durante el sexenio del mismo Javier Duarte no puede atribuírsele a él directamente, como si hubiese ordenado matarlos a todos, salvo uno o dos casos en los que sí se presume que por lo menos su gobierno tuvo que ver.
¿Cuál es entonces la responsabilidad que se le achacó siempre a Duarte? No haber hecho nada para detener la violencia, criminalizar a las víctimas, buscar limitar la libertad de expresión, hostigar y amenazar a sus críticos, así como provocar un ambiente propicio para que cualquiera, con absoluta impunidad, buscara silenciarlos, ya fuera a través de la autocensura o de plano privándoles de la vida.
Pues esa situación es idéntica a la que se vive en la actualidad, por más que los simpatizantes de López Obrador –los convencidos y los convenencieros, los auténticos y los que están a sueldo- se cubran los ojos para no ver lo evidente y negar una realidad que desbarata el discurso oficialista y oficioso.
Más de 30 reporteros han sido asesinados solamente durante este sexenio según organismos civiles. Más de 50, de acuerdo con las cifras del propio gobierno federal. Ocho en lo que va del año con el homicidio perpetrado la tarde de este martes contra Armando Linares, director de Monitor Michoacán, ejecutado a balazos en Zitácuaro, en una entidad totalmente sometida por la violencia del crimen organizado.
El caso de Armando Linares ejemplifica nítidamente lo que sucede en México. El pasado 31 de enero su colaborador en Monitor Michoacán, Roberto Toledo, fue asesinado a las puertas de sus oficinas, hecho que fue denunciado públicamente por el propio Linares junto con las amenazas hacia él mismo. Se supone que estaba bajo “protección” del gobierno federal. Para eso le sirvió. En menos de dos meses, mataron a dos comunicadores de un mismo medio en las narices de la autoridad.
Al presidente eso le importa nada. No hay día que no agreda a un periodista con todo el poder de su investidura y del aparato del Estado –lo que los miserables facilitadores del régimen juran que es “derecho de réplica-. Lo que sí le importa es que un organismo extranjero con el que el Estado Mexicano ha signado acuerdos en materia de derechos humanos y libertad de expresión, le diga que durante su administración el país es el lugar más peligroso y letal para los periodistas fuera de una zona oficial de guerra. Y los datos así lo prueban.
Pero ese “metaverso” de la “cuarta transformación” en el que muchos han decidido construir una realidad alterna los ha llevado a justificar y defender lo que antes combatieron. Ni los duartistas eran tan ciegos. Ni tan cínicos.
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