1.- Un tanto, para que Enrique Peña Nieto pasara a la historia al lado de presidentes que llevaron a la Pila Bautismal al partido.
Recordemos que Plutarco Elías Calles lo llamó Partido Nacional Revolucionario (PNR); lo refunda Lázaro Cárdenas como Partido de la Revolución Mexicana y Manuel Ávila Camacho lo vuelve a refundar como actualmente se llama, Partido Revolucionario Institucional. Es decir, por una cuarta ocasión cambiarle de nombre no sería nuevo, más que el apelativo.
2.- Y quizás más importante, el desgaste que traían ya las siglas y todo lo que en la percepción de la sociedad implicaba el partido…
En una especie de Eufemismo Político, se pensaba que, cambiando el nombre, se quitaban los pecados.
Hoy, la idea que tienen algunos priistas es cambiar al dirigente bajo la excusa de los pésimos resultados en los recientes procesos electorales.
Decirlo así es una especie de romanticismo o ceguera política, pensando positivamente… ¿es decir que, con un cambio de dirigente, en el 2023, Coahuila y Estado de México las conserva el PRI?
Creo que no se ha entendido que, a partir del 2018, por citar lo inmediato, el ciudadano en un alto porcentaje dejó de ver como una opción al PRI.
Situémonos en Veracruz, que dos años antes, vio una opción en el PAN para sacar de Palacio de Gobierno al otrora Partidazo.
Ahora, en el 2018, el PRI en Veracruz llegó quizás con una de sus mejores cartas por cualquier lado que se le viera; quizás con el político mejor preparado para llevar las riendas de un Gobierno; vamos, no había comparación ni con Cuitláhuac ni con su “primo” Yunes Márquez… ¡y quedó en tercer lugar! No porque la gente votara en contra de Pepe Yunes Zorrilla, no… la gente no votó por el PRI.
El otrora Partidazo vive un proceso que puede concluirse en dos escenarios:
1.- Sobrevive triunfando en el Estado de México y Coahuila en 2023… lo que le da aire para el 2024…
2.- O si pierde en el 2023, estaríamos hablando de que pasaría a ser parte del chiquitaje partidista.
No se espanten… no se alegren… es lo más natural que puede haber en una sociedad que presume de democrática. Sólo piense cuántos partidos han nacido y muerto en menos tiempo de la crisis que sufre el PRI, misma que se agudizó en el 2018 y que podría asegurar inició 30 años antes, en 1988.
Ahora, que, si somos optimistas, a lo mejor el PRI de ninguna manera está desapareciendo… quizás nada más esté mutando… y migrando… baste ver a Morena, con el mismo estilo del Partidazo en su apogeo… con el mismo modito de hacer política del Partidazo en su apogeo… en una de ésas, Antoine Lavoisier era más político que químico: el PRI no se crea ni se destruye… sólo se transforma en Morena. En pocas palabras, el PRI no entiende que no es Alito, como tampoco lo fue Claudia Ruiz Massieu o René Juárez Cisneros o Enrique Ochoa Reza… simplemente es el PRI.
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