Varios minutos duró el monólogo de AMLO justificando la necesidad de “abrazar y no balear”. Lo sabemos: inútil resultó siempre la propuesta de modificar el manejo de la pandemia en el país, (y la consecuente destitución de López-Gatell), de la misma manera, inútil resultará hacerle cambiar de opinión en temas de seguridad. Quedó claro hace un par de días, en aquella acalorada reunión.
Esos folders que el presidente lanzó por los aires traían, (a manera de arranque), un “lapidante comparativo” de asesinatos con los dos gobiernos previos, además de la cifra a la cual podría llegarse a finales del 2024 en caso de no cambiar la estrategia. El tabasqueño ni siquiera la vio, se quedó en la primera hoja.
De igual forma, en su momento, el presidente recibió una proyección de contagios y muertes que podrían evitarse con un “golpe de timón” en el manejo de la pandemia, (la cual incluía la salida del estratega responsable), tampoco la consideró argumentando que “sus números eran diferentes”, y que los defendería “a capa y espada.” Así fue.
Aquellas hojas que acabaron regadas en el piso fueron la última intentona (al parecer) por cambiar el “abrazos, no balazos” de López Obrador. La “revolución” vino de su equipo, y esa misma tarde se supo que quien lo intente de nuevo se irá del gabinete. Por cierto, cuando acabó la reunión nadie se abrazó ni despidió de puño o mano, a ninguno le quedaron ganas.
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