Inclusive, en alusión a lo que publicó en Twitter el papa Francisco sobre los jesuitas asesinados en Chihuahua, López Obrador expresó: “Él escribe un mensaje lamentando la situación en México. Al mismo tiempo, subrayando que la violencia no es el camino para conseguir la paz, que la violencia genera más violencia. (...) Estamos totalmente de acuerdo.”
Apenas ocho días antes, el pasado 15 de junio, tras los hechos violentos registrados en San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, y en Texcaltitlán, Estado de México, el mandatario había reiterado también que continuará con la misma estrategia, aceptando que su postura es “polémica”.
Y es que el Presidente explicó que la estrategia de seguridad de su gobierno opera en dos frentes: combatiendo las causas de la violencia y la corrupción y la impunidad.
“Ahora estamos atendiendo las causas y claro que lleva tiempo”, argumentó.
López Obrador dijo que su gobierno va bien, asegurando que esto lo sabe porque tiene contacto y comunicación con el pueblo. “Vamos bien y lo puedo probar hasta con números”, dijo.
Ayer, de plano, al ser cuestionado nuevamente sobre lo mismo, el tabasqueño sugirió que este tema deberá resolverse en la próxima elección presidencial: “No vamos a cambiar la estrategia, que sigan con su campaña de desprestigio, atacándonos con su prensa vendida o alquilada porque sólo si el pueblo, en un proceso electoral, decide que hay que cambiar y llegan gobiernos como los de antes, entonces sí. No llegamos aquí para seguir con lo mismo”, respondió, arremetiendo otra vez contra el ex presidente Felipe Calderón.
¿Ello alimentará el activismo de la Iglesia católica en los comicios de 2024? Ya se verá. Pero lo cierto es que la “corcholata” que gane la encuesta para ser postulado por su partido Morena a la Presidencia de la República deberá cargar con tremendo paquetazo, pues muy difícilmente quedará bien con Dios y con el diablo en este delicadísimo tema de interés nacional e inclusive trasnacional.
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