Lo anterior pudiera verse como un movimiento normal, pero no en las circunstancias actuales en que la Legislatura se encuentra en uno de los momentos estratégicos para salvar o condenar funcionarios que hayan salido mal en la rendición de cuentas que por ley deben hacer los funcionarios estatales o municipales a través del análisis de la Cuenta Pública.
Es decir, el cambio no se puede ver como un cambio normal, sino resultado de investigaciones que se debieron hacer en el Congreso como para cambiar de caballo a medio río.
Deben haber existido de por medio, al menos, sospechas de corrupción en la Comisión y desde luego una posible complicidad del presidente depuesto, Luis Arturo Santiago Martínez.
Deben haber existido sospechas de colusión con diputados de otros partidos políticos para librar de la cárcel a algunos exalcaldes o exfuncionarios del Gobierno del Estado.
El mensaje fue un verdadero manotazo en la mesa para que los demás integrantes de la Comisión de Vigilancia se apliquen o alguien pagará las consecuencias.
Lo cierto es que hoy ese cambio en la Comisión se aplaude, ¿Se imagina Usted que algún cambio de este tipo se hubiera podido dar en anteriores Legislaturas, cuando la Comisión de Vigilancia era una auténtica lavandería?
Está Usted informado.
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