Si esto es cierto, los señalamientos son graves y deben ser investigados a la brevedad. El problema es que el rector Martín Aguilar Sánchez ni pinta ni da color.
La presunta amenaza de Daniel fue el chispazo que encendió la mecha del descontento estudiantil. Los alumnos de Humanidades hicieron un paro en su escuela, paro que fue secundado por estudiantes de la UV-Boca del Río que cerraron la avenida Juan Pablo II y exigieron el cese de las agresiones contra sus compañeros de Xalapa.
En el puerto jarocho, alumnos de Ciencias de la Salud de la UV marcharon por la avenida Díaz Mirón, mientras en Xalapa el campus de la Universidad Veracruzana permaneció semivacío por el paro de alumnos en apoyo a sus compañeros de Humanidades.
Y del rector Aguilar Sánchez ni sus luces.
El martes las autoridades universitarias (sin el rector) hablaron con los estudiantes de Humanidades que aceptaron entregar su escuela, pero advirtieron que continuarían con un “paro activo”. Nada se dijo sobre las agresiones, acoso u hostigamiento al alumnado.
Lo que sí hizo la oficina de Comunicación fue enviar un boletín donde dio a conocer el acuerdo alumnos-autoridades y lo remató con un cliché que ya tiene sus años: “La Universidad Veracruzana rechaza la violencia como método para dirimir conflictos y refrendó su disposición al diálogo para atender las demandas e inquietudes de los estudiantes”.
Ese cliché está como el “Sufragio efectivo no reelección” en los documentos oficiales. Pero bueno…
Lo cierto lector es que la UV es una de universidad insegura y sus alumnos están en la indefensión.
Este jueves miles de universitarios realizaron una multitudinaria manifestación para denunciar que su alma mater ha fallado en detener las agresiones y acoso que sufren.
La manifestación terminó frente al edificio de Rectoría, donde se atrincheró Martín Aguilar Sánchez que no quiso dialogar con los estudiantes.
Al término de la manifestación Alicia, una estudiante de la Facultad de Derecho que iba encapuchada me dijo: “El hartazgo es grande. No es justo que vengamos a la Universidad con miedo a ser asaltadas porque la vigilancia es un mito. No es justo que tengamos que soportar el hostigamiento de maestros y compañeros y que nadie haga nada. No es justo que las propias autoridades nos amedrenten cuando queremos plantearles nuestros problemas en lugar de escucharnos. Nada de eso es justo.
“Por ahora venimos en buen plan, pero si nos siguen ignorando las muy indecentes y cabronas nos van a encontrar, ¡nos van a encontrar!”
Ahí está el aviso.
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