Este viernes 21 de abril de 2023, aquí en mi tierra querida se atropellan literalmente los recuerdos en la mente del reportero.
Hay tantas cosas que afloran al volver al terruño, tantas de qué contar como los esfuerzos de mis padres José Antonio y Soledad, de mis hermanos Laura, Chepe, Trini, Antonio, Pedro. Juan Francisco, Enrique, Raúl y Soledad; la casa paterna de Hidalgo Oriente 11, junto al Hotel Ritz, la primaria “Miguel Alemán”, “la Doctrina” los sábados y el Padre Villanueva cuando fui monaguillo.
La adolescencia, admiración y sorpresa con las aguardientosas películas mexicanas en el cine Victoria de mi padrino don Ricardo Pavón y más tarde las del San José.
De ahí en 1960, el nacimiento en casa, de “El Mensaje”, de mi padrino Yayo Gutiérrez cuya imprenta sorprendía con el ruidoso tableteo de sus prensas, pero más que nada ese mágico olor a tinta, que aún en la distancia percibo, cerrando los ojos…
Así, con el primer voceador estrella de todos los tiempos, mi hermano Pedro, vencímos los miedos del amanecer, para ir por las calles del pueblo a vender El Mensaje, a cincuenta centavos. Incluso poco después también repartíamos “El Crisol”, de don Rafael Pavón.
De paso, todos los días veíamos a cientos de trabajadores que en la terminal de la calle Victoria, abordaban los autobuses rumbo a la Azufrera de Jáltipan y los complejos petroleros de Mina y Coatza, en busca del sostén para los suyos.
Luego en 1965, el Seminario en Santiago Tuxtla, el cotidiano recorrido a la Secundaria del Colegio Guízar y Valencia de Catemaco. Tiempos de aprender latín y griego, de leer al Quijote y a Dante Alighieri, de valorar la fe y la religión, de proponer al clero que El Vaticano cancelara el llamado “Voto de Castidad” de los sacerdotes, que, al final del curso, escandalizados me invitarían “a conocer un año el mundo” y regresar si así lo quería. Por supuesto, no lo hice.
Ni modo; el retorno al pueblo, de nuevo a vender el periódico, que cambió de nombre y sede -pero no de dueño- a “Diario del Sur”, a la calle de Pípila, y coincidir ahí con Arturo Reyes Isidoro y José Valencia Sánchez; cosas del destino que luego nos reuniría en Xalapa, en el “Diario de Xalapa” y a la fecha, en diferentes tribunas, seguimos juntos con esta emotiva carrera, gracias a Dios.
Con el apoyo de otro inquieto paisano: Germán Jiménez, el famoso “Católico” llegué a Xalapa, al dormitorio estudiantil del MOCEV, De ahí el Diario, las grandes ligas del periodismo veracruzano para reportear eventos internacionales, nacionales y locales de deporte, la fuente política de palacio de gobierno, campañas de candidatos a gobernadores, senadores y diputados; corresponsalías de El Universal, Televisa-Eco, Excélsior, enviado especial a Roma y Florencia; a Miami, a Houston y a Chicago,
Asimismo, desempeñar importantes cargos de comunicación en el gobierno estatal, el congreso del estado y en el poder judicial.
Gracias pues, por este reconocimiento que hoy se nos brinda en mi tierra a los colegas paisanos José Luis Ortega Vidal, Aracely Shimabuko Reséndiz, Maritza Pulido Tejeda, Esperanza Rodríguez Arias, Carlos Delgado Carbajal, Marco Antonio Medina, Enrique Quiroz García y a todos los periodistas de toda nuestra región que con tanto riesgo cumplen con responsabilidad su tarea informativa.
Como siempre lo he considerado, todos los días con nuestro trabajo y conducta pública, ganamos el reconocimiento o el repudio de la sociedad.
Comparto mi reconocimiento, admiración y respeto a los comunicadores que hoy son justamente reconocidos por larga trayectoria, como Arturo Reyes Isidoro, José Valencia Sánchez, Melitón Morales Domínguez, Presidente de la Asociación de Comunicadores del Estado (Acover) Delfina Reyes Domínguez, Adrián Medina Olaya, Enrique Reyes Grajales, Jesús Gutiérrez Cruz, Joel Ferat Ávila, Manuel Moreno Lastra y Taurino Hernández Cabrera.
Gracias a todos compañeros, que Dios bendiga a sus familias. Mi eterna gratitud para ustedes.
gustavocadenamathey@hotmail.com
El autor es Premio Nacional de Periodismo |