El 11 de mayo Excélsior publicó como nota principal: “En toda la República se rindió el día de ayer un férvido homenaje de amor y gratitud a las madres mexicanas”.
Desde entonces la tradición continúa, aunque con sus pronunciadas variantes.
Si en aquellos años se premiaba a la madre que tuviera más hijos, a la más abnegada y había un premio especial para la que pariera el 10 de mayo; si otros medios impresos se sumaron a la conmemoración y llegaron a rivalizar con Excélsior en premios y homenajes a las madrecitas, todo eso pasó al baúl de los recuerdos.
Por principio de cuentas ya nadie le dice “cabecita blanca” a su anciana madre a riesgo de que ésta le suelte un bastonazo. Y los rumbosos festejos han decaído al grado que ya mero no las festejan ni en las primarias.
Lo único que queda de aquellos tiempos son los ramos de flores.
Hoy se estila llevarlas a comer por ahí, tomarse la consabida selfie y subirla a las redes: “Aquí casual con mi madrecita santa a la que le debo lo que soy” presume el político ladrón que con eso da a entender que fue su madre la que lo enseñó a robar.
Sigue vigente caerle en su casa con la parvada de chamacos, la esposa y los amigos para comer con ella. Y cuando se acaban los pomos hacer mutis y dejar a la buena mujer con el trasterío en el fregadero y la casa patas pa arriba.
Otra cosa que se estila en estos tiempos y jamás se vio antes es dejarlas en el abandono. Me refiero en concreto a las madres que buscan a sus hijos desaparecidos.
Me ha tocado verlas bajo los soles abrazadores del verano subiendo y bajando cerros, sudando a mares, hoyando la tierra con una vara puntiaguda hasta que ésta huele a podrido porque esa es una señal de que metros más abajo puede haber osamentas o cuerpos
descompuestos. Y como paradoja, ese mal olor les insufla la esperanza de encontrar al hijo o la hija que andan buscando.
Esta ingrata tarea la hacen solas, con poco o nulo apoyo de las autoridades estatales como Cuitláhuac García que las ignora y deprecia.
El 11 de enero de este año y por recomendación de la CNDH, Cuitláhuac estaba emplazado a ofrecer una disculpa pública a ocho mujeres, (siete esposas y una madre) de igual número de policías municipales de Úrsulo Galván, que fueron desaparecidos hace diez años por policías estatales. Esto sucedió en el sexenio de Javier Duarte que tenía como titular de la SSP a Arturo Bermúdez Zurita.
A los desaparecidos les colgaron el sambenito de que de seguro andaban en malos pasos y por eso las bandas rivales los levantaron.
Pero gracias a una exhaustiva investigación, la CNDH los reivindicó y recomendó al gobierno de Cuitláhuac ofrecer una disculpa pública a sus mujeres.
Pero Cuitláhuac las dejó plantadas junto con sus hijos y amigos porque tenía “otro compromiso”.
“No hay autoridad que se conduela del dolor que sufrimos, no hay voluntad de ayudarnos a buscar a nuestros desaparecidos. Nos regatean todo, hasta el respeto” dijo Martha que desde hace cinco años busca a su hija que contaba al desaparecer con 24 años y era madre soltera.
Hoy 10 de mayo estas mujeres veracruzanas “festejarán” su día protestando con las fotografías de sus hijos colgadas en el pecho, en demanda de que las volteen a ver y las apoyen.
Los homenajes, las flores, la comida, la música y los festivales en su honor, se dejarán una vez más para mejor ocasión. Y esta mejor ocasión será cuando el hijo o la hija aparezcan, como sea, pero aparezcan. bernardogup@hotmail.com |