Luisa María Alcalde Luján -su relevo- no es ni buena ni mala jefa del gabinete federal, simplemente no existe…
Marcelo Ebrard Casaubón fue el mejor funcionario en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador; era el canciller, pero resolvió problemas del gabinete de salud, del económico, de la oficina presidencial; le encargaron la solución de temas internos y de asuntos internacionales más allá del rubro diplomático…
Nadie, alrededor de AMLO, llega a los talones de la capacidad del experimentado y brillante político que es Ebrard; sus botas quedaron vacías.
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Adán Augusto y Marcelo quedaron fuera del gobierno por sus particulares y personales proyectos políticos, coincidentes en el afán de relevar a López Obrador en la silla del águila y la serpiente…
De esos deseos y la decisión de separarse de sus cargos para ir por la candidatura de MORENA, son responsables ellos mismos.
Sin embargo, de haber falseado a través de un juego de "corcholatas” donde se hizo creer a los participantes que podían triunfar porque habría democracia y la misma oportunidad para todos, el responsable nomás es uno: el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La candidata siempre fue Claudia y su designación operó desde el dedazo presidencial.
De la agarrada de tarugos que AMLO dio a dos hombres clave en su ejercicio gubernamental y a otros personajes de menor cuantía, nadie -con un mínimo de inteligencia y respeto por sí mismo- puede dudar…
El presidente aplicó una serie de acciones y estrategias maquiavélicas bajo la evidente premisa de un control que no perdería porque no podría perderlo; dado que él está por encima de todo y de todos en un país donde -supone- no han nacido el hombre ni la mujer que alcancen el nivel de su talento político.
AMLO desdeñó a las corcholatas, despreció la democracia, se consideró dueño absoluto de los poderes Ejecutivo y Legislativo; con influencia como para confrontar al Poder Judicial y apretarlo, atacarlo, construir paso a paso su sometimiento para -llegado el momento- poner en una boleta la elección popular de jueces y magistrados.
De no ocurrir en su gobierno, ya ocurrirá en el de Claudia, pero será, calculó AMLO.
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Y bueno, en esas estábamos: con el asunto de los fideicomisos, con la definición de candidatos y candidatas a nueve gubernaturas, con una Xóchitl que perdió fuelle, con un estadio azul vacío donde el bastón quedó desnudo y sin mando…
Así finalizaba octubre y casi llegaban los tamales de noviembre cuando apareció Otis, el poderoso enemigo de la voz del presidente…
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Consecuencia de Otis fue el cambio de fecha para dar a conocer los nombres de cinco candidatas y cuatro candidatos a las gubernaturas del 2024.
Detalles más, detalles menos, la lista de abanderados será palomeada por AMLO, pero desde el miércoles pasado el presidente no tiene tiempo ni condiciones para atender otro tema que no sea la tragedia de Acapulco…
Un colapso humano, económico, social, político, de seguridad, de salud, de infraestructura, que trastoca a Guerrero en su totalidad dado que más de la mitad del Producto Interno Bruto de esa entidad depende del histórico puerto.
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Si hubo o no hubo la adecuada advertencia a la población de Acapulco y municipios aledaños el día de la tragedia -noche del martes 24, madrugada del miércoles 25- eso es un alegato intrascendente.
Si el presidente dio la orden de no permitir la entrega de apoyos civiles a los damnificados guerrerenses o fueron las fuerzas armadas las que entendieron mal las instrucciones, estamos ante un tema rebasado.
A una semana de Otis, aún con información veraz escasa -a la cual tenemos acceso a cuentagotas- está claro que el huracán categoría 5 con evolución atípica en pocas horas, destrozó, hizo añicos, flageló de manera infernal el destino turístico más importante del pacífico mexicano.
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Acapulco, una ciudad con más de 800 mil habitantes -junto a municipios vecinos rebasa el millón de ciudadanos- vio desaparecer lo que social, cultural, económica y políticamente denominamos pacto, vida cotidiana, convivio entre semejantes, tejido social, estado de derecho, contrato social, Estado, andamiaje institucional, civilización, reglas básicas de urbanidad, valores éticos y morales, monopolio de la violencia como elemento definitorio del Estado, equilibrio de poderes, desarrollo, justicia, movilidad social, esperanza de vida…
Otis lo desapareció todo en unas horas y nadie, salvo los acapulqueños y sus vecinos, ha entendido el significado exacto de las palabras del párrafo anterior, cuando uno amaneció bajo su techo y abruptamente atestigua su desaparición.
Acapulco amaneció en la civilización y en unas horas observó el retorno salvaje a la selva.
Lo planteo en términos simples: cronistas y reporteros trasladados al destrozado Acapulco, dan cuenta de colonias populares donde hacen guardias de 24 horas por temor a la rapiña…
Otros, resignados a la pérdida de su patrimonio familiar, de su hogar, casa, muebles, empleos, migran a casa de parientes en Tlapa, Chilpancingo, entre otros municipios.
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Desde el miércoles pasado hubo grabaciones sobre el saqueo de tiendas, plazas comerciales, supermercados donde desaparecieron lo que había quedado de comida, agua y toda clase de objetos…
Ya no hay más por robar, y las fuerzas armadas llegaron de inmediato para frenar el saqueo…
Sin embargo, a una semana de Otis no hay despensas, agua, comida suficiente para los cientos de miles de guerrerenses victimizados por la fuerza descomunal de la naturaleza.
Hasta aquí, las referencias son a elementos básicos, es decir a lo que definimos como la sobrevivencia…
El ser humano vive, pero en casos extremos sobrevive y en Acapulco y lugares vecinos están sobreviviendo…
No estoy en Acapulco de modo que mis referencias informativas nacen desde el trabajo periodístico de PROCESO, El Universal, El Financiero, El País, Animal Político, MILENIO, BBC, Excélsior, SDP Noticias, TV Azteca, La Jornada, entre otros medios.
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Otis causó el más grave de un fenómeno natural en el actual sexenio, además de sacudir estructuras de Estado que rebasan la entidad guerrerense y obligan a la atención absoluta del gobierno federal.
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México vive un proceso de sucesión presidencial adelantado y Otis lo trastoca.
Los mexicanos sabemos sobre megaobras sexenales no concluidas: el tren Maya, Dos Bocas, el Corredor Interoceánico, y Otis las afecta.
Entre otras razones por la descomunal cantidad de dinero que demanda reconstruir Acapulco y alrededores, lo cual remite a las preguntas: ¿Cuánto miles de millones de pesos se van a necesitar y de dónde se van a sacar?
El FONDEN, los fideicomisos del Poder Judicial que la magistrada Norma Piña oferta al presidente AMLO quien los pide para canalizar a la reconstrucción de Acapulco; todo junto resultará insuficiente ante el tamaño de las secuelas de Otis.
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Queda clara la magnitud del poder de Otis frente al poder de la voz del presidente.
Otis es tan poderoso que amenaza a López Obrador.
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