Ante esa perspectiva, los reporteros tenemos la obligación de tratar de ser mejores, más profesionales, totalmente éticos, para presentar un frente sólido y preparado que pueda dialogar de tú a tú con la nueva autoridad, que tenga herramientas intelectuales para restablecer las relaciones perdidas.
Tenemos que tratar de ser como ese gran reportero de Veracruz que es Luis Velázquez, modelo y ejemplo de buena prosa -como debe ser para los que piensan que redactar es un mal necesario de la profesión-.
Desde el aula y desde las tribunas que ha emperifollado con sus notas cáusticas, oportunas y geniales las más de las veces, Luis ha enseñado a la cauda de sus discípulos agradecidos cómo se debe ejercer este oficio que insiste en volverse profesión.
Como una voz que clama en el desierto, el maestro Velázquez atiza desde el fuego inagotable de su pasión contra esas aulas que no enseñan bien lo que es buscar ansiosamente la noticia, fabricar con artificios las fuentes que dan el sustento noticioso, arriesgar el pellejo en cada publicación, ser artista y creador desde la pantalla en blanco de la computadora.
Yo que nunca doy consejos me permito uno ante el peligro de extinción de nuestra especie: tratemos todos de ser tan buenos periodistas como Luis, tan geniales para escribir, tan lectores siempre ávidos, tan valientes críticos, tan profesionales verdaderos.
Ahí tenemos la muestra… y el reto.
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