El otro fue más directo y me dijo en confianza. “Yo votaré en contra porque los morenos prometen pero no cumplen. En tiempos del PRI te llevaban los billetes a tu oficina y difícilmente les negabas un favor. Pero los morenos no son así. Primero te amenazan y luego te cortejan, pero si les haces la valona por lo general no cumplen con lo acordado”.
Y más que para convencerme, agregó como para convencerse a sí mismo: “Que me acusen de traidor si voto a favor, eso qué. Quien no haya traicionado que aviente la primera piedra. Votaré en contra de la reforma porque (los de Morena) no me darán lo que están prometiendo y punto. Esto apenas comienza y ya habrá más oportunidades, porque aquí (al Senado) venimos por dinero y quien diga lo contrario se está haciendo buey”.
La sinceridad ante todo.
Este domingo sesionaron las comisiones unidas de Puntos Constitucionales para elaborar el dictamen que una vez aprobado, será sometido al Pleno para votarse mañana martes.
En lo personal, no me va a extrañar si uno, tres o cinco, senadores de la oposición votan a favor de la propuesta presidencial.
Me sorprenderé si los 43 sufragan en contra, porque salvo honrosísimas excepciones, la gran mayoría (y en esto englobo a los de todos los partidos), son unos vividores, traicioneros y filibusteros a los que la patria, la familia, la ciudadanía y la madre que los parió les importan pura corneta. Son clones del senador que se sinceró conmigo este fin de semana en la CDMX.
Pero lo que sin duda me dejará perplejo, será que en un acto de decencia política que le agradecerán generaciones de mexicanos, un senador o senadora del oficialismo vote en contra de la reforma judicial.
¿Te imaginas, lector?
Ese será el héroe o la heroína que pasará a la historia porque con su sufragio, permitirá que la democracia se siga agarrando al único asidero que le ha dejado López Obrador: el Poder Judicial, que hasta hoy sigue siendo el sólido contrapeso que tiene el tabasqueño y que no le ha permitido adueñarse por completo del país.
Ese sí que sería un verdadero milagro. Pero se ve tan hacia arriba, que quizá ni San Juditas Tadeo pueda concederlo.
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