Este lunes Entabladero, comunidad cercana a Poza Rica, amaneció sumida en la tristeza y consumida por la impotencia y la rabia. Nadie quiere hablar. En la jardinera donde quedaron los cuerpos flameaban unas veladoras junto a imágenes de santos y modestos ramos de flores.
Lo que más causa rabia son las versiones propaladas desde el centro del estado, que sugieren que los adolescentes andarían en malos pasos, cuando en Entabladero todo mundo se conoce y avalan la conducta de los jóvenes ejecutados.
“Alex y José Juan eran unos chamacos que por las mañanas asistían a la escuela, por las tardes ayudaban al párroco a oficiar la misa como monaguillos y por la noche auxiliaban a su mamá en la limpieza de la iglesia. Eran buenos muchachos y sin vicios. De haber andado en otras cosas se hubiera sabido porque aquí todo se sabe”, me dijo un hombre mayor de nombre Miguel.
Fue hasta el martes a mediodía que el gobernador envió un mensaje, pero el subconsciente lo traicionó: “Respecto a los recientes hechos sucedidos en nuestro estado, trabajamos para garantizar que haya impunidad (sic) y hacer justicia”.
Y en efecto, vaya que ha garantizado la impunidad de los delincuentes que este fin de semana dejaron un cráneo humano en Minatitlán, incendiaron varios autos con bombas molotov y mataron a dos adolescentes en Entabladero.
Quien salió a dar la cara pero solo para la foto, fue el secretario de Seguridad Pública, Cuauhtémoc Zúñiga, que repitió el cliché. “Hay un gran avance en la investigación de estos hechos; en su momento la Fiscalía dará información al respecto”.
¿Líneas de investigación por parte de la Fiscalía? Quién sabe. Pero en Entabladero se habla de dos probables causas por las que habrían ejecutado a los hermanos. La primera es que los “invitaron” a integrarse a un grupo delincuencial y al negarse los mataron. Y la segunda; que el sicario que los mató los utilizó como blanco.
No sería la primera vez (me dijeron) que sicarios de Poza Rica, Papantla o Álamo, entran a Espinal o alguna de sus comunidades, a disparar indiscriminadamente contra quien tenga la desgracia de atravesárseles en el camino, para después huir sabedores de que nadie los perseguirá porque, como dice el gobernador, tienen garantizada la impunidad.
Y por desgracia esto tiene su lógica lector, porque como afirman en Espinal: “Aquí lo matan a uno por nada”.
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