La movilización del domingo 10 de agosto fue convocada por la organización civil Nariz Roja AC y replicada en más de diez ciudades. En el Ángel de la Independencia, familias con niños enfermos portaban peluches y pancartas que decían “el cáncer no espera”, “no más mentiras, queremos medicina”, “nuestros niños están muriendo”.
No hubo banderas partidistas ni consignas electorales. Lo que hubo fue una exigencia legítima: que el Estado cumpla con su obligación constitucional de garantizar el derecho a la salud. Palabras que seguro no fueron del agrado de la inquilina de Palacio Nacional cuya respuesta fue, como siempre, la descalificación. Porque de soluciones, nada.
Este martes, la gobernadora de Veracruz Rocío Nahle se encontró de frente con el contraste entre el discurso y la cruda realidad: por un error de logística, durante una gira arribó a un hospital donde no estaba previsto que llegara en el municipio de Zongolica. Lo que se encontró fue un desabasto del 80 por ciento de los medicamentos.
A donde la mandataria debía haber llegado era al hospital del IMSS Bienestar de Tlaquilpa, en la misma sierra indígena de Zongolica, en donde le esperaba un nosocomio con un abasto al 92 por ciento. Pero en el hospital del IMSS en Zongolica, los médicos le informaron que solo contaban con 45 de las 195 claves de medicamentos requeridas.
La gobernadora se comunicó con el titular del IMSS Bienestar en Veracruz, Roberto Ramos Alor –quien fue nombrado en ese cargo por su recomendación, pero cuya incapacidad y corrupción son antológicas- quien le señaló que los
insumos médicos habían sido enviados al hospital que ella no visitó, lo que evidenció de manera vergonzosa que el abasto solo se concentra en los centros de salud por donde pasan los funcionarios a tomarse la foto.
También fue exhibido que el discurso de cobertura total no resiste una visita no programada –algo que los usuarios de esos servicios saben bien, porque lo padecen diariamente-, y que el sistema de salud en zonas rurales sigue dependiendo de improvisaciones, transferencias de emergencia y promesas de buena voluntad.
No se trata solo de un retraso logístico ni es, como pretenden hacer creer, una campaña de desprestigio. El desabasto afecta a millones de mexicanos, especialmente a pacientes con enfermedades crónicas. Y en lugar de asumir su responsabilidad, el gobierno descalifica a quienes protestan, minimiza los reclamos y presume cifras que solo existen en sus peroratas.
Lo más grave no es solo la falta de medicinas, sino la incapacidad institucional para reconocer el problema sin descalificar a quienes lo denuncian y actuar con un gramo de sensibilidad.
Y eso está matando a miles y miles de hombres, mujeres y niños de este país.
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