Entre los responsables de esta operación se encuentran nombres que no pueden soslayarse: Raúl Arias Lovillo, exrector y frustrado candidato de Movimiento Ciudadano a la alcaldía de Xalapa; y Sara Ladrón de Guevara, también exrectora, vinculada en su momento al grupo político de Rogelio Franco y al exgobernador Miguel Ángel Yunes Linares. Ambos, junto con una cohorte de agitadores disfrazados de “estudiantes críticos”, buscan incendiar los pasillos universitarios, azuzando inconformidades legítimas para convertirlas en armas políticas.
El trasfondo es evidente: recuperar influencia, contratos, plazas, presupuesto y poder. Como auténticos piratas del Golfo, pretenden abordar el barco universitario y repartirse el botín académico, financiero y político. Les mueve el resentimiento y la ambición, no el amor por la institución.
Más grave aún es su estrategia de usar la UV como ariete contra el gobierno de la gobernadora Rocío Nahle García, intentando crear un conflicto que manche su administración y alimente la narrativa de sus adversarios “los Yunes”, a quienes aún rinden pleitesía.
La UV debe ser faro del conocimiento, no botín de guerra. Hoy más que nunca necesita serenidad, respeto a su autonomía y un alto a quienes, bajo el disfraz de defensores del alma máter, actúan como bucaneros dispuestos a hundir el barco con tal de recuperar el timón. Porque lo que está en juego no es solo un rectorado, sino la dignidad de la educación pública en Veracruz.
Al tiempo.
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