“Quien acepta la libertad como dádiva, se convierte en esclavo manumiso, en tanto que quien la conquista con su esfuerzo, se eleva a la excelsa condición de hombre libre”… la frase me encantó. Se la adjudican a Octavio Ochoa Ochoa, que para los vecinos de la Llave del Sureste es posible que atraiga recuerdos; para los políticos, nostalgia; y quizás para los priistas, los priistas de verdad, la luz de lo que es y debe significar el quehacer público en donde se dice, “el Negro” Ochoa, era un señorón.
Oír o leer de “El Negro” Ochoa es casi como recordar a Yayo Gutiérrez Castellanos o platicar con Alfonso Salces. Estoy seguro que igual disfrutaron los afortunados que conocieron a don Octavio de esas charlas, como yo lo hice con el Tribuno de Tres Zapotes o como cada vez que tengo oportunidad, con café de por medio (y un cigarro igual… aunque sea uno), con el jefe del Notiver.
II
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Ganadero y político, muy amigo de don Rafael Hernández Ochoa, dicen que tenía las palabras precisas, la oración perfecta, para platicar, dialogar, acordar. Tanto en el ramo pecuario como en el servicio público, hay cantidad de anécdotas, pero me quedo con dos.
La primera, que alguna vez le leí a Arturo Reyes Isidoro, quien contó que allá, a principios de los 70, “el Negro” Ochoa se disputaba la dirigencia de la Unión Regional Ganadera del Sur con Guillermo "Billy" Trole Franco, quien era comandante de la policía rural de aquella zona. A ciencia cierta, no recuerdo en la lectura de Reyes, el tamaño de las disputas entre “el Negro” y “Billy”, pero se ve que eran de cuidado. Cierta ocasión, Trole Franco sufrió un infarto. Las broncas pararon hasta que cierto día, ambos “enemigos” se encontraron en una gasolinera, y cuando Arturo Reyes pensaba que reiniciaban las rencillas, al ver al “Negro” acercarse a la camioneta de Billy, ocurrió otra cosa: Octavio Ochoa soltó la siguiente frase: “Tigre, sé que te está llevando la madre. Alíviate y nos seguimos rompiendo la madre". La nobleza se da también en el respeto al adversario. ¿Ven por qué les digo que los políticos deben sentir nostalgia?
III
La otra anécdota no tiene mucho que se la leí a don Eliseo Guzmán… no recuerdo en dónde, pero sí sé que fue con alguno de los diarios de don Pablo Robles.
Siendo director de Tránsito, en la época de don Rafael Hernández Ochoa, cierta ocasión, su particular, Fernando Alegría, entró precipitado y se paró en la puerta y le advertía al “Negro” Ochoa que el chofer del Gobernador se dirigía furioso a la oficina, lo que fue corroborado con la entrada del sujeto, iracundo, reclamando el proceder de unos agentes de Tránsito que lo habían infraccionado.
–¡Negro! mira lo que me hicieron tus muchachos; debes ponerles un ejemplar castigo, he pasado una gran vergüenza, ¡me conoces!
–Claro que te conozco, ¡Chingao!, pero cálmate, dime ¿qué pasó?
–¡Mira!– y le mostró la boleta de infracción.
–¡Te infraccionaron!– Y mientras veía la infracción movía la cabeza como desaprobando la acción de los “tamarindos”.
–¡Tienes que poner una solución!
–Ahora mismo lo arreglo… ¿cuánto es? ¿40 pesos?– De inmediato sacó dos billetes de 20 pesos y se los dio a Alegría mientras le decía: “¡Vaya a tesorería y pague!”, y con ese gesto, le daba una lección del tamaño de Veracruz al chofer a quien ya le había caído el 20 y pedía que no le pagara la multa pero, sabio, canijo, agudo, Ochoa Ochoa le respondía: “¡Cómo chingaos no! sé que cuidas a mi Gobernador, eres discreto, diligente, respetuoso, cuidadoso de su imagen, y yo como tú, también lo cuido. Cuando te infraccionen me vienes a ver, ¡por favor!”
IV
Han de disculpar Reyes Isidoro y el señor Eliseo Guzmán si la memoria me falla, pero la intención es la misma, no tan sólo para recordar sus palabras, sino para rememorar al buen ejercicio de la política, el placer de saber servir; pero sobre todo, entender que es posible la nobleza en la misma política, hoy tan urgidos de ella. Por eso, este día, bien vale la pena traer a nuestra mente a ese hombre que con sus acciones, nos dicen que es posible creer en la política… por eso, bien vale por mucho que Queta, “La Negra”, tenga siempre presente, más vivo que nunca, al espíritu de su padre, la imagen de su padre, pero sobre todo, esas palabras que ella atesora, tan llenas de ternura, que hacen que hoy, que festeja sus cien años de estar presente en cada recuerdo, nos permita decir, alzando un buen tequila: ¿Qué tal, Tigre? ¡Salud por tus cien años!
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