Veracruz es un vivo ejemplo de la estupidez política, del cinismo y la arbitrariedad pública, el arrogante y autoritario ejercicio del gobierno estatal y su ejecutivo han generado las peores condiciones vividas por los veracruzanos; el deterioro puede observarse en prácticamente todos los renglones de nuestra vida cotidiana.
El andamiaje institucional ha sido profundamente socavado por la ineptitud que se presenta en los cuadros directivos que en su mayoría solo pensaron y piensan en aprovechar en su favor los recursos públicos que son de todos pues es esta una de las ventajas de gozar del “pinche poder”. Las características que han acompañado a esta generación de gobernantes que irrumpieron particularmente con el fidelismo, son esas donde se asume que todo está permitido, que su mal comportamiento no tendría consecuencias, que ante los señalamientos de sus abusos se conseguiría la estabilidad a golpe de amenazas, dinero o terror.
Con soberbia, han aplicado un mecanismo de robos al erario público que conllevó a la cancelación de acciones y obras para el desarrollo de la entidad, lo que provocó el hartazgo por el conocimiento y la vivencia de los datos que lo registraban.
Ahora mismo, los pataleos y los berrinches del gobernante ante su salida y el enjuiciamiento social que lo declara desde hace tiempo culpable de gran parte de nuestros males, lo presentan con niveles de locura que son un riesgo ante el pasto seco que significa nuestra circunstancia social y política: la olla veracruzana tiene mucha presión y la estupidez parece no tener la contención que se merece.
Los tibios mensajes desde la capital de la república ante los desaciertos y provocaciones estatales parecieran haber frenado iniciativas absurdas, descaradas y muy peligrosas, apagando por ahora el fuego del “Nerón tropical” y dando un respiro insuficiente frente el cúmulo de problemas existentes, la corrosión institucional y social generada merece atención y trato de mayor calado.
En medio de este complicado escenario, en Veracruz hace falta cordura, liderazgo y reconocimiento de las responsabilidades de todos los actores políticos y sociales, humildad en la forja de acuerdos que desactiven el autoritarismo y la intolerancia y promuevan la concordia entre los diferentes, amainando la radicalización de las visiones sectarias existentes tanto en muchas organizaciones como entre la sociedad y sus individuos.
Los problemas de Veracruz complejos y profundos obligan a la sensibilidad y la modificación de actitudes que permitan la identificación de rutas que brinden oportunidades de salida ante las dificultades reinantes, necesitamos mucha comunicación y diálogos, disposición al encuentro y vocación por asumir las diferencias; hacerse de oídos sordos ante el ruido existente es una actitud que no abona sino que encona. Los retos son mayores y se deben privilegiar las coincidencias porque si no… el pasto está demasiado seco.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
En sus últimos días, los legisladores veracruzanos tienen la oportunidad de dejar de encubrir la indecencia negándose a validar el paquete que blinda la corrupción.
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