Ruizcortinadas.
Gustavo Adolfo Iram Ávila Maldonado.
 

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2016-07-11 / El cienmilcopas
 
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El cienmilcopas
2016-07-11

José Alfredo Jiménez, uno de los compositores más grandes que ha dado nuestro país, autor de La media vuelta, Ella, Si nos dejan, Caminos de Guanajuato, etc. Etc., y Antonio La Tota Carvajal, el Cinco Copas, aunque Usted no lo crea, estuvieron unidos por la amistad y por la misma afición durante su juventud.
A José Alfredo y a La Tota en su adolescencia les gustaba jugar futbol, y ambos lo hacían muy bien, comenzaron como la mayoría en un equipo llanero, los dos trabajaban en la vidriería Oviedo del Peque Sánchez, que estaba ubicada a un lado de la Alameda de Santa María la Ribera, exactamente frente al kiosco Morisco ( que hace muchos años nos lo regalo Francia, junto con la estructura del Museo del Chopo ) y cuando El Peque forma el equipo Oviedo de futbol de Primera División, José Alfredo se integró como portero, era tan buen jugador que la Tota era su suplente, de ahí se fueron a jugar al Equipo Marte, también de la Primera División.
La vida quiso que tomarán caminos diferentes, José Alfredo se fue al Atlante, podría haber llegado a ser un deportista consagrado,  pero las mujeres y el vino - no sé en qué orden- lo llevaron por otros senderos, México perdió un gran futbolista pero ganó uno de los mejores compositores del mundo.
Mi amigo, el Lagartón Gastón Gutiérrez-Zamora Laicequilla, lo encontraba siempre en el Bar Alfonso, ubicado en Cinco de Mayo y Motolinia, al final de la elegante y gran barra que tenía, se sentaba, casi siempre solo, José  Alfredo a tomar una copa y frecuentemente sacaba un papel y un lápiz para escribir las letras de sus canciones     - Ahí escribió La Última Copa y Yo sigo siendo el Rey, entre otras- como el compositor no tocaba ningún instrumento ni sabía escribir música, se las chiflaba al maestro Rubén Fuentes, al que le pagaba para que hiciera las partituras
El Cinco Copas se fue al Equipo España y de ahí al Equipo León, en donde se quedó. Si usted, amable lector, lo quiere saludar, lo puede encontrar en su negocio en la Ciudad de León en donde puso una vidriería, el oficio que aprendió en su juventud, el que le enseño el Peque Sánchez, finalmente lo capturó.
Cuando José Alfredo se refería a su amigo con el que compartió las patadas decía: Mi viejo amigo La Tota nunca me pudo igualar, a él le llaman Cinco Copas, a mí me podrían llamar el Cienmil Copas.

 
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