Aquí estuvo el gobierno trashumante de Juárez; aquí –en repetidas ocasiones- se contuvo y defendió a la república de las invasiones extranjeras.
Por décadas hemos sido la mayor veta de políticos, escritores poetas y científicos que ha dado el país. Hemos sido el granero y yunque de la nación. El más importante productor de todo y la veta de energía que ha sostenido a la nación a lo largo de su historia colonial e independentista.
Por las venas de nuestro territorio corre la tercera parte del agua de México, la segunda del petróleo, azufre, plata, gas natural y electricidad…
La llegada de los saqueadores, sin embargo, nos ha distraído de lo fundamental.
Ha hecho que se nos olvide nuestra grandeza y precipite un insospechado desencanto y frustración, coraje y esa obligatoriedad de que olvidemos nuestra historia para que la repitamos.
Afortunadamente siempre habrá algo o alguien que nos recuerde que nuestro futuro se finca en el pasado.
Evoca Ezequiel Castañeda Nevares que un día como hoy, hace 30 años Veracruz sufrió la pérdida de su amigo el ilustre tuxpeño Demetrio Ruiz Malerva, quien había destacado en los terrenos de la política, el periodismo y la ciencia jurídica.
En paralelo nos recuerda el doctor Francisco Berlín Valenzuela que tuvo el honor de ser compañero de Ruiz Malerva, en la Facultad de Derecho de la UNAM, “donde compartimos ideales, maestros y emociones derivadas de nuestra vocación por el servicio público.
“Él (Demetrio Ruiz Malerva) comprendía perfectamente que la política como actividad solo tiene sentido, si su práctica se hacía con sentido ético para servir con desinterés a los demás”.
Y este reportero recuerda aquella tarde noche cuando después de un largo caminar del candidato a gobernador, Fernando Gutiérrez Barrios, por la cuenca del Papalopan, llega la brutal noticia de que Demetrio habría sido acribillado por un grupo de pistoleros en Alamo.
Al día siguiente, un día como hoy 27 de julio de 1986, el candidato priista pronunciaría en Tlacotalpan aquella legendaria frase del “¡Caiga quien caiga!.. ya que fuera de la ley, nada”, hoy tan desgastada por una clase política decantada y sumida en el descrédito.
Sirva pues esta remembranza para evocar a ese gran político, Demetrio Ruiz Malerva, caído bajo la metralla asesina y recordar que Veracruz, a pesar de la Fidelidad, preserva y recuerda a otros grandes veracruzanos que han servido con entrega y desinterés como es el caso de Francisco Berlín Valenzuela, quien en su tiempo, hace 50 años, fuera evocado y reconocido por el propio Ruiz Malerva.
Hoy, preguntando a mi amigo Berlín su amistad con el tuxpeño, recuerda un sinfín de pasajes, pero en especial uno que como tesoro guarda.
Es un artículo periodístico escrito por Demetrio Ruiz Malerva en donde “de manera inmerecida hace un reconocimiento a mi trayectoria profesional y jurídica justo en el momento en que era nombrado Secretario General de Gobierno de don Rafael Murillo Vidal allá por 1968”.
Y me muestra ese artículo publicado por el Diario de Xalapa en diciembre de 1968.
Bajo el título “Uno de una generación”, Ruiz Malerva señala que no existen reglas precisas ni equivocas para señalar donde comienza una generación.
“Pero para sobresalir a una generación, se necesitan una serie de factores que ocasionalmente concurren en rarísimas ocasiones. Ese es precisamente, el mérito de los hombres que con sus actos y con sus obras, representan a una generación”.
“A Francisco Berlín Valenzuela lo conocí en 1959, en la ciudad de Córdoba. Se celebrara un concurso estatal de oratoria, al que acudí en representación de Tuxpan, sin haber logrado mayor satisfacción que aprender un poco de lo mucho que algunos participantes exhibieron. Berlín iba desde Xalapa…”.
En este prolijo escrito de corte periodístico y de fina prosa Ruiz Maleva, subraya:
“Cuando en 1960 llegamos a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, volví a coincidir con Berlín Valenzuela, en aquellas memorables sesiones de Sociología, con el maestro Bustillos, ahora convertido en prominente ejecutivo de la industria disquera. Francisco Berlín iniciaba una carrera con los mismos instrumentos que los demás compañeros, pero bien se habría de distinguir por sus aficiones culturales”.
“Berlín se movilizaba haciendo frente a las críticas. Berlín incurrió en todos los ámbitos de las actividades intelectuales y políticas; probó fortuna como líder máximo de los estudiantes, formó parte de la Tribuna de la Juventud, tuvo a su cargo diversas conferencias y se relacionó con distinguidos intelectuales”.
“Cuando Berlín se recibió como licenciado en Derecho, presentó una tesis consecuente con su indiscutible vocación: Naturaleza Jurídica de los Partidos Políticos…”.
“Recuerdo entonces su flamante discurso: su voz sonaba fuerte, imponente; se agigantaba momento a momento, repasando ideas, conceptos y juicios de diversos autores. Pocas veces había escuchado a Berlín, pero en esta ocasión, pronunció el mejor discurso que haya oído”.
Ruiz Malerva da cuenta que para ese 1968 Berlín ya había ocupado relevantes responsabilidades como dirigente juvenil nacional y ya contaba con un doctorado en Derecho lo cual lo llevó a sus escasos 30 años a ser el segundo del gobernador Murillo Vidal “puesto de importancia del gobierno de uno de los estados de mayor influencia política y económica de México”.
“Cuando se deja uno envolver por las elucubraciones para tratar de localizar a los hombres que en el futuro pueden ocupar los máximos puestos políticos se sabe de antemano que, de miles, solo unos cuantos pueden aspirar a tales honores”.
Berlín es de esos hombres.
Hoy que está por entronizarse un nuevo gobierno en donde asoma la esperanza del cambio, el doctor Francisco Berlín Valenzuela se coloca como uno de los grandes sabios de la política que va en pos del rescate de Veracruz.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |