Se dieron todos los pasos necesarios.
Se solicitó la intervención del Ejército.
Se pidió el apoyo del equipo Antisecuestros de la Fiscalía estatal.
Se informó y requirió apoyo de las autoridades estatales de Seguridad.
Se presentó una denuncia penal por su desaparición desde el pasado lunes 15 de agosto…
Nada impidió el resultado final: el joven ingeniero César Isaías Gabriel Fortuna apareció muerto, ejecutado, con señales de tortura el día de ayer, jueves 18 de agosto, a tres días de su secuestro.
Como ocurre con muchos jóvenes mexicanos y veracruzanos, César Isaías estudió en escuelas públicas para salir adelante de una pobreza que lacera a su municipio natal: Texistepec.
Su hermano Mario Alejandro mudó de Texistepec a la industrial ciudad de Coatzacoalcos y aquí forma parte del equipo de editores de Olmeca TV: su casa, el espacio donde día con día da muestra de su capacidad y talento.
Los Gabriel Fortuna son gente de bien, de origen humilde y forjados en el trabajo.
¿Por qué?
¿Por qué la falla de las instituciones?
¿Por qué la agresión de los grupos delincuenciales que no distinguen entre pobres y ricos, entre honestos y ladrones, entre ciudadanos, leyes y su violación que –nos queda claro- es sinónimo de complicidad?
Duele. Lacera. Lastima la muerte de César Isaías Gabriel Fortuna.
¿Cómo decirle a las nuevas generaciones que el futuro está en estudiar, en forjarse, sacrificarse, esforzarse para salir adelante en el andamiaje social ante estructuras e instituciones partidas en dos; que no inspiran confianza; que no funcionan; que no coinciden con los discursos retóricos que ofrecen sus servicios y piden la confianza del ciudadano?
Lanzamos una enérgica protesta por este cruel asesinato de César Isaías hermano del amigo y colega Mario Alejandro.
Coatzacoalcos, Texistepec, Soconusco, todo el Sur de Veracruz está hundido en la inseguridad, en el pillaje, la autodestrucción salvaje de lo construido durante siglos, milenios: la convivencia humana, la paz, la armonía, el derecho esencial a vivir en manos de Dios y partir cuando su voluntad lo determine sin que medie la pecaminosa ambición y la codicia.
“Sólo le pido a Dios que el engaño no me sea indiferente; si un traidor puede más que unos cuantos: que esos cuantos no lo olviden fácilmente”
León Gieco
|