La pregunta que se hicieron en Coatzacoalcos y, luego, en todo Veracruz es ¿por qué para el titular de la Segob el recrudecimiento de la violencia y la inseguridad es cosa de coyuntura, un descuido motivado por la transición, cuando la hemos padecido por oleadas durante los seis años en que sufrimos la macabra broma de ser gobernados por un sociópata como Javier Duarte?
Acaso ha sido un eufemismo, o un recurso para escapar a una responsabilidad que no ha sabido afrontar el gobierno al que representa. La demanda de intervención federal tiene muchos meses; es posible que varios actores políticos la hayan hecho más ruidosa por el periodo electoral que tuvo su culmen el 5 de junio pasado, pero los datos obraban en poder del gobierno federal, y eran sumamente preocupantes.
¿No quisieron atender los llamados de legisladores, grupos sociales, organizaciones no gubernamentales y alcaldes, que imploraban la intervención de las fuerzas federales, para evitar que se identificara en el gobierno estatal priista una peligrosa incapacidad para atender este tema y, con ello, generar la derrota electoral del PRI que finalmente sobrevino?
¿Se dejaron convencer por un gobernador como el que pidió licencia la semana pasada, quien siempre decía que podía combatir solo a los delincuentes y que, incluso, fue cerrando la llave de la Sefiplan a los recursos acordados para mantener a la Marina en calles y caminos de Veracruz?
Por otra parte, aunque Miguel Ángel Osorio Chong señaló que la intensificación de la incidencia delictiva fue motivada por espacios para la delincuencia generados por el cambio de administración pública estatal, quienes hemos vivido en este estado podríamos parafrasearlo señalando que sí, que esos espacios se han dado por el cambio de administración, pero la que fue de Fidel Herrera a Javier Duarte de Ochoa.
No cumplieron los gobiernos locales
El hidalguense dijo muchas cosas entre líneas. Por ejemplo, que el gobierno estatal no había cumplido con su responsabilidad y tampoco lo habían hecho los ayuntamientos, esto último posiblemente para responderle al alcalde local Joaquín Caballero Rosiñol, quien ha estado muy intenso en la vocería de los municipios sureños en medios estatales y nacionales sobre el tema de la seguridad.
“Cada quien tiene que hacer su parte. Nosotros no hemos dejado de hacerlo, pero físicamente se requiere ver la acción que tienen que asumir los estados para que la coordinación surja y dé buenos resultados y tiene que haber condiciones políticas”, dijo Osorio Chong, y añadió:
“Esto no puede sostenerse, tienen que hacer su esfuerzo, tienen que cumplir con su obligación los municipios y tienen que cumplir con su obligación los Estados. Estamos trabajando con los estados, que sepan que seguiremos dándole el respaldo y el apoyo, pero tenemos que ver un esfuerzo en reformas y en conformación de policías”.
También envió un mensaje que involucra tanto al gobierno que fenece (encabezado ahora por Flavino) como al que viene (aunque muchos dicen que Yunes Linares no llegará por un supuesto acuerdo entre Osorio Chong y el escapado Javier Duarte), para que olviden los conflictos y se centren en lo importante:
“Hemos estado haciendo un llamado a la cordura, a entender que ya pasó el proceso electoral, a entender que si alguien tiene que ver con algún tema del ejercicio personal de la administración pública pues que lo enfrente ante la autoridad respectiva, pero que la ciudadanía no puede estar en este enfrentamiento de discurso, de posiciones que no ayudan a construir”.
Como quiera que, finalmente, se logró el aterrizaje de la acción federal, es de esperar que la acción concertada y abierta contra el crimen organizado surta pronto sus efectos en Veracruz y, en particular, en la zona sur. Y habrá que ver si esta colaboración se mantiene a partir del 1 de diciembre en que comienza el bienio que gobernará la alianza PAN-PRD, como Miguel Ángel Yunes Linares a la cabeza.
Muerto Duarte, ¿se acabó el distanciamiento?
Y como si fuera una señal doble, el mismo lunes se apareció por Xalapa el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, quien había evitado visitar a los derrotados priistas jarochos mientras estuviera en el gobierno un Javier Duarte que él mismo se encargó de encapillar.
Y lo hizo al viejo estilo priista: usando una aeronave de lujo que aterrizó en el aeropuerto de El Lencero (ese que modernizaría el gobierno federal, según uno de los compromisos de Peña durante su campaña), de donde se movió por una ciudad caótica, colapsada por bloqueos de los maestros, en un helicóptero de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), dependencia a la que renunció para asumir el PRI y de la que recibió una millonaria liquidación.
Alguna denuncia deberán presentar los partidos de oposición por la utilización abierta y cínica de recursos públicos que hizo en Xalapa este prohombre de la lucha anti-corrupción; en redes sociales también circulan imágenes de trabajadores electricistas acarreados a la reunión con militantes y dirigentes, ebtre ellos el secretario general de la CTM, Carlos Aceves del Olmo.
Ello no le impidió pedir cárcel para los gobernadores corruptos, entre ellos el que, según Miguel Ángel Yunes Linares, escapó el sábado en una aeronave del gobierno del estado desde el aeropuerto de El Lencero; y demandó que se agilice la investigación sobre el próximo gobernador.
El priismo, por lo visto, quiere renacer en 2017, e ir por todas las canicas en 2018: recuperar la gubernatura de Veracruz y mantenerse en la Residencia Oficial de Los Pinos. Una misión prácticamente imposible para un partido que mantiene todas las mañas que lo han hecho perder hasta la más mínima simpatía en la población.
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