Aquí tendré que detenerme unos párrafos para comentarle a la sintáctica lectora y al ortográfico lector el berenjenal gramático en el que me metí al hacer la consulta con la RAE. Primero, la dichosa Academia define la “fuga” como “Acción de fugarse”, lo que va contra toda lógica porque no se debe definir un término usando el mismo término.
Bueno, como soy necio para esas cosas (y para algunas otras, no muchas), me fui a buscar la definición de “fugarse” y me encontré con que es ¡“Poner en fuga”!
Y entonces quedamos peor que con la definición musical, porque “fuga” es “acción de fugarse” y “fugar” es “poner en fuga”.
¡Qué manera de fugarse, pero de la gramática!
Dichas todas las exclamaciones posibles sobre la falta de rigor de los académicos españoles de la lengua, regresamos a la plática usual, y entonces pude formular mi inquietud con toda propiedad:
—¿No cree usted que la fuga es un recurso de solución aparente que el hombre moderno está usando mucho cuando enfrenta un problema?
—Y un recurso que no sirve para nada —añadió el intelectual—. Tratar de escaparnos de una dificultad seguramente nos llevará a un callejón sin salida. Los problemas se deben atacar de frente, con valentía, dando la cara. El que se fuga es un cobarde, un charlatán y un tonto. Quien huye de sus responsabilidades muestra el pobre tamaño de su humanidad, la persona lastimosa que es. ¿Quieres saber si un hombre es íntegro? Fácil: ponlo ante un problema y si ves que la evasión es su estrategia, sabrás que no vale nada, que es un mentecato… y también un mentiroso. Si cometiste un error o un pecado, tienes que asumir tu culpa y pagar por ello.
—Caray, maestro, veo que se está enojando…
—Sería más adecuado decir que me estoy indignando. En verdad que me saca de mis casillas ver que hay personas que no responden con integridad ante una situación de conflicto, y sobre todo cuando son culpables. Lo más bajo que puede hacer alguien es huir, engañar, escabullirse del justo castigo. ¿Y te digo por qué? Porque la fuga es la peor respuesta que podemos tener, puesto que no resuelve nada y sólo sirve para hacer más grande el problema. Para mí el ser más deplorable es aquel que no sabe reconocer sus errores. ¡Y cómo hay de ésos a nuestro alrededor!
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