Dos versiones corren tras el estallido social de Catemaco, y ambas provienen desde un argumento también social de aquel paradisíaco municipio surveracruzano.
1.- Que los pobladores tienen una forma tan peculiar de protestar que cuando se les lastima por el lado religioso, que es el que más aprecian, son capaces hasta de pasear con orejas de burro por todo el centro de la ciudad al responsable de la afrenta.
Así que como se trató del secuestro de un religioso, del párroco José Luis Sánchez Ruiz, que -a semejanza de aquél obispo auxiliar de El Salvador llamado Oscar Arnulfo Romero y Galdámez, que fue asesinado en plena homilía; célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos y por denunciar en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos-, lo mismo denuncia desde el púlpito los atropellos cometidos por funcionarios públicos en contra de los pobladores, que encabeza una manifestación por falta de servicios básicos, los pobladores se sintieron lastimados y decidieron protestar para exigir la devolución con vida del prelado.
Solo que esta vez, la manifestación se pasó se la raya.
Mire usted.
La protesta de los feligreses, que a las 3 de la tarde del sábado sonaron las campanas de todos los templos de la ciudad para reunir a los pobladores para buscar al párroco desaparecido, fue rebasada y pronto no solo gritaban y marchaban por aquellas calles catemaqueñas sino que ya habían ingresado a palacio municipal y saquearon, y quemaron documentación oficial, no sin antes quemar frente a ese edificio una patrulla policíaca.
Pero no solo eso, también fueron a casa del alcalde Jorge Alberto González Azamar, la allanaron y lanzaron disparos al aire.
De inmediato, el ahijado de los priistas Jorge y Alberto Uscanga Escobar –de ahí el nombre del munícipe-, culpó a la Organización del Gobierno Autónomo Indígena (Ogai), un grupo radical ligado a la invasión de terrenos y toma de carreteras, de los desmanes y de haber infiltrado a los feligreses que exigían la liberación del clérigo.
Y es que el cura ya tenía tras de sí un ambiente raro porque la misma Diócesis de San Andrés Tuxtla fue la que denunció que Luis Sánchez había recibido amenazas por hablar en sus sermones de la inseguridad de la región y participar en movimientos sociales en contra de la CFE, debido a la aplicación injusta de tarifas.
Es más, el 26 de octubre, el prelado encabezó un movimiento en contra de la paraestatal porque el recibo de luz que había llegado a la iglesia de la Virgen del Carmen ascendía a seis mil pesos, cuando antes pagaban 350 pesos.
2.- Que los dichosos infiltrados de los que habla Jorge González Azamar no son más que grupos de choque armados por él mismo y que fueron infiltrados en el movimiento a propósito.
Me explico.
Hay quien asegura que el alcalde Catemaqueño tiene un fuerte desfalco económico que no podrá justificar.
Derroche que, se dice en la ciudad, le ha servido para adquisiciones de inmuebles, para viajes costosos e, incluso, para disfrutarlo extramaritalmente.
Desfalco que no podrá comprobar con auditorías provenientes de un gobierno panistaperredista encabezado por Miguel Ángel Yunes Linares, quien viene dispuesto a gobernar por revancha, para encarcelar a todo mundo.
De ahí se explica el porqué del vandalismo protagonizado el sábado que concluyó con el allanamiento del palacio municipal y la quema de documentos oficiales.
Pero esa es la voz de los pobladores, aunque, como diría el poeta griego Hesíodo: vox populi vox dei, aforismo que quiere decir “la voz del pueblo es la voz de Dios”.
Y ahí sí, ni padónde hacerse.
Tips...tips...tips
O le falta mano dura, firme o simplemente meter orden a Arturo
Martínez, director de Tránsito en Veracruz, pues la semana pasada el delegado en Medellín, Roberto Rojas, en completo estado de embriaguez armó un cirquito en la zona adyacente a su casa, ubicada en Juan de Dios Peza de este puerto. Y a mediodía, por ahí de las 11 de la mañana. Sacó su pistola e hizo disparos al aire, como si la cosa no estuviera para bollos. O el director de Tránsito en Veracruz se hace como el tío Lolo y deja pasar los hechos, o por pusilánime no hace nada o lo sanciona. A ver qué pasa, porque el delegado anda pasadito. Hasta pronto. |