Bueno, y todo esto lo traigo a colación porque así como la vida de cualquier persona pende de su sistema circulatorio, la de una ciudad -constituida y hecha por humanos- también se asienta sobre su vialidad, sobre la capacidad en que fluyan los elementos que la nutren, que la informan, que la mantienen.
Una ciudad obstruida, una ciudad bloqueada, es una ciudad muerta. La vida de Xalapa pende del hilo de sus arterias taponadas por el colesterol de los iracundos, por los triglicéridos que dejan los indignados -con justicia- que reclaman -de manera injusta- en las calles, avenidas y carreteras.
Por eso este martes 22 ha sido muy bueno que los manifestantes de 10 sindicatos magisteriales que exigen el pago de sus salarios no hayan bloqueado las avenidas y las carreteras, y mejor hayan tomado las oficinas, que es donde verdaderamente le duele a los funcionarios que deben acelerar los recursos para que las quincenas lleguen en tiempo y forma, para que se entreguen completas y a quienes las merecen.
Sé que soy un optimista incorregible y que debo estar consciente de que los bloqueos van a seguir en Xalapa al menos durante los días que le restan a este sexenio malévolo y desperdiciado, pero quiero mantener la esperanza de que será suave la garra de líderes, que entenderán finalmente que sus movimientos en la calle no tocan ni con el pétalo de una rosa la tranquilidad de los funcionarios que se quedaron a soportar las quejas y los insultos (los otros, los que depredaron sin compasión, salieron huyendo y piensan que el brazo de la justicia no les alcanzará, pero están equivocados).
Bien por los maestros que han tomado la SEV y Finanzas; bien porque han dejado que Xalapa transcurra al menos por un día. La ciudadanía se los reconocerá con un apoyo popular a sus exigencias. Y eso es lo mejor de todo.
¿Entienden?
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