Ello le ha valido al gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares una andanada de críticas en medios y redes sociales. Algunas, cierta y hasta perversamente interesadas por verlo fracasar. Pero las más, legítimas y ampliamente justificadas.
Una de las principales promesas de campaña de Miguel Ángel Yunes Linares fue la de devolver la seguridad perdida al estado, que durante la tragedia del duartismo fue devorado por la violencia asesina del crimen organizado, en colusión con los cuerpos policiacos que estuvieron al mando, precisamente, del convicto Arturo Bermúdez Zurita, a quien hoy en algunos medios, de manera inverosímil, hasta defienden como si se tratase de una indefensa “víctima” que no mereciese estar en prisión.
Sin embargo, es un hecho que el gobierno yunista se ha visto rebasado, en general, por la complejidad de los problemas del estado, particularmente los de seguridad y el financiero, que si bien le fueron heredados en su mayoría, no pueden estar sujetos a ese pretexto eternamente.
Hace unos días, abrumado y molesto por todas las críticas, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares pidió que “nadie se engañe. No traía yo, ni traigo, una varita mágica”, para resolver los problemas de Veracruz.
Pero nadie le pide que haga magia, sino que dé los resultados a los que él mismo se comprometió, pues siempre estuvo al tanto del desastre en el que Veracruz estaba sumido desde hace varios años. Y porque además, es su obligación.
Y ello va desde depurar por completo los cuerpos policiacos y, si hace falta, solicitar el apoyo para esa tarea de las fuerzas federales, civiles y castrenses, hasta realizar una integración inmaculada de las denuncias penales en contra de los responsables de la desgracia del estado para que no salgan en libertad a las primeras de cambio, como ya ha sucedido y puede seguir pasando en los casos subsecuentes.
¿Que resulta más fácil decirlo que hacerlo? Seguramente. Pero si las actuales autoridades buscaron acceder al poder fue porque se supone que contaban con la capacidad para hacer frente a los enormes retos que tenían por delante y que, vale la pena reiterarlo, conocían a la perfección. Nadie puede llamarse engañado.
Echar mano de pretextos y mil justificaciones no es lo que esperaba Veracruz del gobierno de la alternancia. Así que menos excusas y mayor trabajo y eficacia. El tiempo se les va.
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