De arriba están ordenando a la bancada priista votar contra el desafuero al conque de que “no ha lugar”. Y los legisladores tricolores harán caso a la superioridad porque primero está la obediencia partidista y después, pero muy después, la ciudadanía que los hizo legisladores.
Qué país, caray. El desfalco por el que se acusa a Tarek no es por 2 millones, ni por 20, ni por 200, ni por 2 mil millones que ya es una cantidad más que respetable. Estamos hablando de 23 mil millones de pesos que el señor, su jefe Javier Duarte y sus compinches se echaron a la bolsa en detrimento de millones de veracruzanos.
Y no le van a hacer nada.
¿Habrase visto mayor injusticia? Pues sí, sí se han visto injusticias mayores en este país donde la justicia se hizo para violarse. Pero no se vale que hastiados como estamos de tanto pinche atraco, el PRI y el gobierno federal sigan solapando a bandidos.
Si no van a desaforar a Tarek y si otros diputados a los que también se acusa de robo en gran escala van a seguir disfrutando de la bendición del fueron federal, ¿cómo quieren que uno crea en los choros anticorrupción que un día sí y otro también nos sueltan Peña Nieto, Osorio Chong y el títere tricolor Enrique Ochoa?
Si eso hacen con Tarek, ¿qué harán con Javier Duarte el día que lo detengan? ¿También le van a poner a la justicia de tapete para que la pise y se cague en ella?
Desde su nacimiento el PRI y los priistas han sido transas y bandidos, pero nunca como ahora.
Jamás, ni en la época de Calles, se habían corrompido tanto.
La nueva generación de ladrones entre los que destacan Javier y César Duarte, Roberto Borge, Egidio Torre y Rodrigo Medida, mostró en pocos años lo que es superar a sus maestros robando hasta la náusea.
Si López Portillo viviera les gritaría “rateros” en su cara y se avergonzaría de pertenecer al PRI.
En tiempos pretéritos, varios iban a la cárcel y el tricolor se purificaba para seguir robando más adelante. Pero en la actualidad, cualquier servidor público tiene garantizada la impunidad siempre y cuando no embarre a sus correligionarios, sobre todo si son secretarios de Estado o el presidente de la República.
He platicado con precandidatos del tricolor a las alcaldías de Veracruz y todos sin excepción coinciden en señalar que el enemigo a vencer será su mismo partido. “Tengo esperanzas de que la gente vote por mi porque me conocen, y no como abanderado del PRI” es el comentario generalizado.
Pobres precandidatos, varios son hombres y mujeres que practican la honestidad, que quieren que las cosas mejoren, que traen bajo el brazo un buen proyecto de trabajo para su municipio… pero son del PRI.
Con la inhabilitación por diez años que la Contraloría estatal le impuso a Tarek Abdala para ejercer algún cargo público, se pensó que el desafuero sería cuestión de semanas. Pero no, el PRI lo está solapando y esto enerva a la raza jarocha y deja en la indefensión a sus candidatos.
Ni hablar, así son en la cúpula del tricolor y en el gobierno federal: corrompidos hasta el tuétano.
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