Lo resaltable estuvo en la lectura que hizo el Fiscal de la investigación que realiza el gobierno mexicano, donde quedó en claro que el exSecretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, no se quiere ir al infierno solo y cantó, trambucó a Duarte diciendo que desde 2014 éste había dado instrucciones a su entonces Tesorero, Tarek Abdalá Saad, para que le pidiera que todo el dinero que llegara del Gobierno Federal para seguridad lo reintegrara a Finanzas, lo que ya estaban haciendo la Secretaría de Salud, la SEV y la Sedarpa.
Bermúdez también desmintió lo que Duarte tanto negó: que salvo una casa en Veracruz y otra en Córdoba que había heredado, tuviera otras propiedades, pues reveló que Duarte le confesó que eran suyos un departamento en Boca del Río, la famosa hacienda El Faunito, en Fortín de las Flores, y una casa en Polanco, en la Ciudad de México. De pasó citó que Duarte había encargado al actual diputado local Juan Manuel del Castillo que se encargara de la facturación (se supone que conseguir facturas para tratar de simular compras y pagos), lo que el ahora legislador no pudo realizar y de ahí se armó la gorda, porque es cuando ya no se pudieron tapar los faltantes.
Por la lectura del Fiscal se reveló que el “doctor en Economía” Javier Duarte propuso entonces desaparecer los registros contables del Gobierno, pero sus cómplices le recordaron que eso no solucionaba nada ya que había registros de las transferencias y depósitos en los bancos. Esa, a mi juicio, fue la novedad. Todo lo demás que se dijo ya lo conocemos.
Eso consta en actas de la investigación, pero, ¿qué más les reveló Bermúdez a cambio de que le atenúen la pena? ¿También han cantado ya Bustos, Deantes, Audirac y Valencia? Para los duartistas, qué duda cabe, esto es un ¡sálvese quien pueda!, ¡las mujeres y los niños primero! Edel tiene que apresurar la ampliación y la construcción de nuevas salas de juicios orales y la habilitación de personal extra porque si no los jueces no se van a dar abasto.
Con cárcel atropelló, con cárcel paga
Javier Duarte es, debiera ser un recordatorio a los hombres de poder político, a los gobernantes que devienen en sátrapas, que son tan mortales como todos y que su poder se acaba, que no es para siempre.
Creo que quienes mejor podemos apuntarlo somos los periodistas que tenemos que convivir, que lidiar a veces con ellos, que los confrontamos muchas veces con nuestras opiniones en contra, que los padecemos o que sufrimos sus excesos, sus abusos de poder sólo porque hacemos público nuestro punto de vista, que no necesariamente coincide con el de ellos.
El periódico El Financiero nos informó ayer en su portal que antes de llegar a la Torre de Tribunales, Duarte tuvo que recorrer el “pasillo de la vergüenza” y estuvo en una celda sucia con “un olor desagradable”.
En la prisión en la que ha estado recluido desde el domingo en la madrugada en Guatemala, luego de que fue detenido el sábado, ha estado durmiendo en una plancha de cemento que tiene una colchoneta, en una celda de 3.70 por 2.70 metros cuadrados, que cuenta con un baño propio y ventilación natural a través de rejillas. Es el reo número 27 y se le ofrecen tres tiempos de comida como a los demás presos.
Cito esto para contrastar la opulencia en la que vivía cuando era gobernador, que era un reflejo del exceso y del abuso de poder con el que actuaba, cuando creía y se creía casi dueño de Veracruz y de la vida y destino de los veracruzanos y no se tentaba el corazón para atropellar a quienes él consideraba sus enemigos sólo porque le señalaran sus errores o no estuvieran de acuerdo en su forma de comportarse como gobernador.
Tal vez el caso más destacado que pinta su abuso de poder fue el de la periodista Maryjose Gamboa, contra quien se ensañó hasta el exceso sólo porque ella ejercía la crítica, y no sólo no se conformó con hacerla que la despidieran de las empresas de televisión y de radio en las que trabajaba o colaboraba, sino que aprovechando un incidente legal ordenó su encarcelamiento con la intención de confinarla por muchos años, los más que se pudieran, aunque el asunto le diera derecho a ella a enfrentar un proceso en libertad bajo fianza. Finalmente, luego de ocho meses, la justicia se impuso, obtuvo su libertad, hoy incluso es diputada local y sigue haciendo periodismo.
El otrora poderoso, arbitrario y abusivo gobernante paga lo que le hizo a nuestra joven compañera más pronto de lo que imaginó: sólo dos años después. ¿En la soledad de la prisión, en la humillación que vive cohabitando con peligrosos criminales, se acordará de lo que le hizo a Maryjose?
El sábado pasado por la noche, Sábado de Gloria, cuando platicaba con un hijo mío que había pasado a saludarme, recibí el primer retuit que daba cuenta de que por fin había sido capturado. A partir de ese momento y hasta bien entrada la noche seguimos el curso de los acontecimientos, hasta que confirmaron que de Panajachel era trasladado, ya preso, por tierra hacia Guatemala.
Con mi hijo, nos veíamos uno a otro. Casualmente él había sido quien había sufrido la represalia en mi contra a causa de mi línea editorial. Duarte, apoyado por Gina Domínguez, su entonces poderosa coordinadora de Comunicación Social, había buscado cómo causarme daño para tratar de acallarme. Hicieron todo lo que pudieron y cuando no consiguieron elementos para hacerlo, fueron sobre mi hijo y él pagó por mí sin tener nada que ver.
Nunca me quejé porque desde siempre he sabido que el mío, el nuestro, es un oficio de riesgos porque toca intereses de poderosos y que a veces sale uno lastimado cuando no es víctima mortal. Me encerré y me puse bloques de hielo en la cabeza para no reaccionar caliente. Por experiencia, opté por dejárselo todo al tiempo, porque sé que es el mejor aliado cuando de cobrar deudas pendientes se trata. El padre Tiempo nunca falla, siempre llega puntual, todo es cuestión de esperar con paciencia. En mi caso, y creo que en el de Maryjose, ya llegó. Duarte está ahora en la cárcel y yo, como mi compañera, sigo aquí en la trinchera haciendo periodismo.
No me regocijo porque esté en la cárcel, pero tampoco me conduelo por él. Simple y sencillamente deseo, exijo, espero que se le aplique la ley con toda severidad aunque sin los excesos que el usó más allá de los límites legales. Y no por deseos de venganza, porque no soy de quienes los alberga, sino por todo el daño que causó a cientos, a miles, acaso a millones de veracruzanos, quienes hoy viven y padecen las consecuencias.
Su caso, decía al inicio, debiera servir de espejo para que otros hombres de poder, otros gobernantes, habidos y por haber, se vieran en él al momento en que empezaran a olvidarse que el poder lo tienen sólo prestado y que sus abusos, sus excesos, sus atropellos y arbitrariedades nunca estarán exentos de su rendición de cuentas ante la justicia, y que sus víctimas se podrán sentar tranquilamente algún día bajo el alero de su casa a ver pasar el cadáver de su represor. Nunca falla.
|