Es evidente que las autoridades de aquel país no alcanzan a dimensionar al mexicano que tienen encerrado. Javier Duarte es licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana; tiene una Maestría en Derecho, Economía y Políticas Públicas y por si fuera poco, es Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid.
Además, en 2011 fue reconocido con el premio Rising Star otorgado por Campaigns & Elections, como el político más honesto.
Es decir, no es cualquier cucaracha.
Duarte es un ladrón a la alta escuela que tuvo la capacidad de robarse 34 mil millones de pesos, de hurtar la paz, tranquilidad y seguridad de la raza jarocha, y declarar que Veracruz no estaba lo mal que lo pintaban.
El señor no es un raterillo de neumáticos de la Buenos Aires ni robacarteras de la Bondojo; es un delincuente de altura. Por eso resulta inconcebible que le den trato de caco de poca monta.
Y es que ninguno de sus blasones ha sido capaz de seducir a las autoridades guatemaltecas que gastan en sus comidas el equivalente de 30 pesos diarios. Porque eso es lo que cuestan los huevos, los frijoles y el arroz que se come.
Sólo una vez a la semana le dan carne de pollo o de res.
¿No hay en el menú carne de cerdo? Pues no, y es que al parecer puerco no come puerco.
Pobre gordo, ¿cómo estarán sus niveles de colesterol con tanto huevo?
Independientemente de eso, Javier Duarte está sufriendo de inanición porque toda su vida ha sido de muy buen diente. A la hora de comer el señor gobernador no se andaba con fregaderas. A pesar de sus dietas, barría con lo que encontraba en la cocina de Casa Veracruz donde dicho sea de paso, siempre hubo abundancia.
El saber que cada porción alimenticia de las tres que recibe al día cuesta en promedio 9 pesos con 33 centavos debe llenarlo de nostalgia. Y es que hasta hace poco tiempo degustaba lo que se le antojaba; primero con cargo al erario de Veracruz, y los últimos meses gracias al dinero que se robó.
Duarte está solo y su alma en el cuartito carcelario de Matamoros donde carece de televisión y videojuegos. Tampoco tiene libros, diarios o revistas, por lo que de seguro se la pasa viendo al techo en lo que sus carceleros lo sacan al patio una hora al día a que le dé el sol.
¿Visitas? Hasta el momento ninguna de sus cuates del alma; sólo las de sus abogados y una que le hicieron las madres de los desaparecidos en la entidad que gobernó. Que por cierto no fue visita de cortesía.
Por eso y muchas cosas más, es segurísimo que en la próxima audiencia ante el juez le diga que siempre sí acepta la extradición y si es cuando antes mejor.
Y es que sólo así podrá disfrutar a sus anchas de los beneficios VIP’S que ofrecen los reclusorios mexicanos a los ladrones de su categoría.
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