Vino Roberta Jacobson a decir al gobierno de México esa verdad incómoda que en la semana que pasó fue todavía más incómoda: “Una democracia vibrante requiere la labor de escrutinio constante de la prensa libre”. La prensa libre, no la prensa atada a los intereses económicos o políticos de los empresarios periodísticos. Prensa libre, no esa prensa que coadyuva a la formación de dictadores, de enfermos de codicia, de sujetos sin escrúpulos que desconocen que la premisa que debe regir al verdadero periodismo es el bien social.
El periodismo advierte a la sociedad; el periodismo informa para que el ciudadano pueda tomar decisiones basadas en esa información que se asume como verdadera, porque el periodismo debe basarse en la verdad. Pero la verdad no es absoluta, la verdad es relativa. Es por ello que la verdad del periodista debe estar sujetada a la honestidad, valor intrínseco en cualquiera que se dedique a la labor de comunicar.
Pero el periodismo en los últimos años se ha convertido en letra de cambio. En los últimos doce años el periodismo se ha llenado de mercenarios, comerciantes de la mentira que sólo buscaron su propio beneficio, poniendo con ello en riesgo a la sociedad. Muchos políticos y empresarios formaron sus propios medios de comunicación con el objetivo de obtener ganancia económica o posición política. Eso no es periodismo, por mucho que lo adornen.
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Entre todos esos medios también surgieron aquellos que buscaron, con el manejo de su información, presionar al gobierno para que este reaccionara y así se prestara atención a los adeudos que se tenían con los empresarios que estaban detrás de ese medio de comunicación. El asunto se asemeja mucho a la extorsión. Los adeudos podrían ser legítimos, el gobierno estaba obligado a pagar esos adeudos contraídos, pero que se utilizara al periodismo para conseguir esos pagos, pues no parece que sea la correcto; el periodismo no es para eso.
Una tarde mi querida amiga Elisa Blanchet me preguntó si no estaba yo en ONEA, Organización Nacional Anticorrupción (y la E como para qué), le dije que no, que en realidad no me habían invitado a participar, por supuesto no lo lamentaba. ONEA, surge a iniciativa de Carlos e Iván Gidi Blanchet. En un principio ONEA tuvo a varias de las plumas más destacadas de Veracruz. Tenían producción y los sacaban en video en las redes sociales haciendo comentarios editoriales; muy profesionales se veían. Todo bien, hasta que esos periodistas destacados se dieron cuenta que ONEA no era lo que parecía; para ellos ONEA no buscaba el bien social, su finalidad realmente era metaperiodística. Al final todos salieron.
De ser un arduo combatiente de la corrupción en los gobiernos, ahora ONEA levanta como bandera el lema el combate a la “prensa difamatoria y vinculada a dudosas agendas, (que) debe combatirse con toda la fuerza de la ley pues resulta dañina a la sociedad”. Vaya con estos quijotillos, primero combaten la corrupción en el gobierno, porque ven afectados sus intereses económicos, y ahora combaten a los periodistas por la misma razón. ¿Qué califica a estos sujetos, vendedores de electrodomésticos, como paladines de la prensa verdadera?
¿Pero que es la difamación para este tipo de personas que se yerguen como paladines de la verdad?: Cualquier cosa con la que no estén de acuerdo es difamación, cualquier parecer, cualquier juicio personal, cualquier juicio público. Si uno dice que a su parecer Carlos, Iván Gidi y ONEA actúan con deshonestidad, entonces uno puede ser acusado de difamación porque los señores ven afectado su honor y su patrimonio. Por supuesto, que ellos demanden no quieren decir que la justicia les va a dar la razón.
El otro punto es que muchos medios resentidos, cómplices del duartismo, se ponen del lado de estos paladines que ahora buscan irse en contra de toda esa “prensa difamatoria”; ¿cuál “prensa difamatoria”?, la que ellos juzguen así. Esos medios sin vergüenza, sinvergüenzas que le hacen el caldo gordo a ONEA y a Carlos e Iván Gidi, al replicar la información sesgada sobre un falso embargo a la periodista Claudia Guerrero, son precisamente los que dañaron el patrimonio de estos dos hermanos, dueños de Intermercado. Esos medios fueron los que solaparon a Duarte, los que fomentaron su corrupción, los que lo llamaban “el mejor gobernador que ha tenido Veracruz”; por esa causa Duarte se envalentonó y se quedó con los descuentos que hacía a los trabajadores de nómina, que en realidad eran pagos que debían ir a Intermercado por electrodomésticos adquiridos.
Ryszard Kapuscinski sentenció en alguna ocasión: “Para ser buen periodista hay que ser buena persona”. Esa vez que mi amiga Elisa Blanchet me preguntó si estaba en ONEA con sus hijos creo que debí contestar, afortunadamente no.
Armando Ortiz
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