Hoy hay tanto que escribir y reflexionar sobre la cotidianidad, situaciones a las cuales, por mucho que se le maquille o pongan filtro, forman ya parte de una paisaje, propio de lo que podría ser una novela del boom latinoamericano. Nuestra amnesia histórica nos hace caminar sobre embelecos del quién sabe dónde…
La cotidianidad con la que se secuestra, con la que desaparecieron presuntamente en 6 años en el orden de 3 mil 800 millones de dólares, la inacción gubernamental, una insensibilidad sobre los problemas públicos, es evidente señal del incontestable devenir social.
Menciono lo anterior, porque después de darse una vuelta por las abundantes noticias de los medios de comunicación, no queda más que pensar sobre cuáles son nuestras herramientas reales para darle cara a esa condición de vaciamiento institucional del Estado mexicano.
La forma en que se generan las ejecuciones, la beligerante conducta de los frentes sociales, sumado a los cada vez más comunes reportes de corrupción, evidencian que lo que parece un genoma cultural.
Lo importante es cómo romper esas cadenas, cómo poder replicar estos profundos estereotipos que nos dejan en estado de indefensión, esta jaula de la identidad sumada a lo que parece una ceguera colectiva, apuntala un patrón que nos ata al subdesarrollo.
Bajo ese contexto, es muy complicado esbozar un análisis real de los temas que nos deben ocupar, como son la generación de empleo, las pensiones, el salario mínimo, la generación de valor público, la infraestructura de calidad o la esencia preventiva para seguridad pública.
Por otra parte, hoy leía dos trágicos sucesos sobre un robo en el cual asesinaron a una joven, y el otro de la desaparición de una estudiante universitaria, lo cual, me hizo pensar en que pudo haber sido alguno de mis alumnos que con esfuerzos buscan salir adelante.
La abundancia del discurso del rencor y odio, hace que aumente la cascada de colisiones, trasladándolo a nuestro día a día, siendo replicado por quienes no ven la ficción de las cosas. Los litorales de nuestro día, nos han conducido a que hayamos pasado de las consternación por las desapariciones o muertes, a tomarlo como algo “normal”.
Se llega a un punto, en el cual los promedios de las cosas explican muy poco la realidad en la cual, las abundantes leyes han perdido su sentido positivo en términos materiales, al no mermar el gris escenario.
En ese laberinto nos encontramos. Por tanto, no nos queda más que salir todos los días esperando regresar y: vivir para contarla.
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