Lo más grave ocurre en materia de seguridad pública. La verdad es que Miguel Ángel Yunes Linares no le encuentra la cuadratura al círculo en un tema que, con haber sido invocado por él en su campaña como una de sus más fuertes ventajas competitivas, se ha convertido en una pesadilla para los más de 7 millones de habitantes en la entidad e, incluso, para quienes van de paso y para gobiernos extranjeros como España y Estados Unidos que han recomendado a sus ciudadanos no venir al paraíso de Yunes.
Algo huele mal en el coto yunista. Las ejecuciones han crecido como la espuma, con niveles de crueldad nunca antes vistas e involucrando a niños, como ocurrió primero en Coatzacoalcos y la semana pasada en Córdoba. Hay zonas con más altos niveles de violencia como esas ciudades, pero tampoco se escapan Poza Rica o Xalapa.
Acorralado y perplejo ante la delincuencia
Tras nueve meses en el poder, no vemos a un Miguel Ángel Yunes efectivo en esa lucha, lo vemos acorralado, atacando a sus críticos, atribuyendo a la herencia de los dos últimos gobernadores priistas la incontrolable ola de violencia que no es capaz de contener, sin argumentos para explicar por qué no le resultan las estrategias fraguadas en sus dominicales reuniones con el Grupo de Coordinación Veracruz, que terminan en una especie de misa en que él pontifica logros, reconoce debilidades y asegura que seguirá luchando contra la delincuencia.
El grave problema es que está actuando como el ahora preso exsecretario de Seguridad Pública en el duartazgo, Arturo Bermúdez Zurita, quien durante una grave temporada de violencia, por cierto menos grave que la actual, recomendó a los ciudadanos alambrar sus bardas, colocar sistemas de videovigilancia (que vendía una empresa suya, por cierto) y/o comprarse un perro. Poco le faltó para recomendar la compra de armamento, la constitución de autodefensas y el entrenamiento paramilitar.
Desde el inicio de su gobierno, Yunes Linares ha tratado de delegar las responsabilidades en materia de seguridad pública. Primero quiso obligar a las sucursales bancarias no solo a colocar sistemas de videovigilancia sino a contratar elementos de policía privada para proteger tanto las sucursales como los clientes.
Este domingo, Yunes se fue contra las plazas comerciales, a las que se obligará a pagar vigilancia privada porque en ellas está ocurriendo buena parte de los atentados violentos, como el sucedido en Córdoba, donde fueron asesinados un ‘sicario’ y una niña, hija de la mujer que conducía el vehículo en que se transportaban,
“¿Qué es lo que está pasando? Que hay un enfrentamiento entre bandas de delincuentes que antes estaban más organizados, hoy son muchas bandas de personas que realmente no tienen un nivel estructural como organización sólida, sino que están delinquiendo de manera prácticamente como células y eso está provocando un enfrentamiento entre ellos”, expresó Yunes Linares en su más reciente homilía dominical.
Sin embargo, la delegación más cínica de sus responsabilidades como mandatario estatal en materia de seguridad pública es la de apresurar la creación de policías municipales que, por desgracia, nacerán sin suficientes elementos de tropa, avituallamiento y capacidad de fuego para enfrentar a una delincuencia que tiene un entramado regional que va más allá de los territorios municipales.
Con ello nos adelanta cómo claudicará ante el crimen organizado y trasladará la responsabilidad a los otros, como está ocurriendo en materia financiera, en materia de obra pública, y en todos los demás ámbitos de gobierno en que nomás no está pudiendo hacer nada por mejorar a Veracruz.
El problema es la manera en que se está haciendo y cómo alcaldes, como el de Coatzacoalcos, se están prestando a aceptar las ocurrencias del gobernador, que solo transferirá responsabilidades pero no recursos suficientes, con tal de no ser tocados en enero ante posibles actos de corrupción.
Este lunes, al crear la primera policía municipal de su gobierno en Coatzacoalcos, Yunes Linares reconoció que, por falta de recursos, este cuerpo policiaco será pequeño, “una Policía Municipal semilla”, con pocos elementos, y no de las dimensiones que requiere una ciudad como está para combatir la inseguridad, “para que no generemos expectativas que no respondan después a la demanda muy sentida de los ciudadanos”.
Como dice el dicho, que Dios los agarre confesados.
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