Vemos la rogación y no nos hincamos. una vez más la naturaleza se hace presente en una de sus más graves facetas. La desolación, hogares desmembrados, pérdidas materiales y humanas; que por el momento, vemos que son atendidas sobre todo , después de las sacudidas de la tierra por grupos humanos sin partido sin siglas sin más que, su solidaridad. Y es reconfortante ver y sentir que aún somos seres humanos capaces de compartir el dolor y desgracia de nuestros semejantes. a más de apoyar en la medida de nuestras fuerzas.
Esperemos que la parte oficial a la que corresponde por el lugar que ocupan en el gobierno y por ser quienes tienen la capacidad económica y esperemos que solidaria, cumplan con el cometido social y humano que la investidura que ostentan, gracias al pueblo, detentan.
**Y pasando rauda y veloz y abruptamente a otra cosa pero igual de importante. propongo a mis connacionales que retomemos la cordura y mesura que como ciudadanos responsables debemos tener para poder con mesura e inteligencia hacer uso de nuestros derechos ciudadanos. Que podamos reclamar a quien corresponda que cumpla con su cometido para con los ciudadanos.
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Por principio y sin dejar de entender ni por un momento la desesperación que nos ha provocado el gobierno nacional ; los estatales y municipales, con sus directrices bastante alejadas del sentir de los gobernados, enfocados a hacer negocios con grandes compañías transnacionales que se llevan sustanciosa parte del presupuesto del país, demeritando de pasadita la gran e innegable capacidad de nuestros profesionistas, formados en las aulas universitarias y tecnológicas de México, nuestro país. el que algún historiador llamó en una ocasión “ México, el país de los altares ensangrentados.” ( y así tituló su libro).
A estos señalamientos, reales, nadie en su sano juicio puede negarlos, respondemos como un país dolorido, traicionado, ignorado, pasto de aves de paso y de rapiña, abandonado a su suerte en todos los sentidos.
Hemos ido sorteando de sexenio en sexenio, ya hace varios, el desdén de nuestros gobernantes, su desmedida ambición por acumular sobre todo dinero y propiedades, a costa de cada día sumar más mexicanos a las filas del hambre, el desempleo, y de un tiempo a la fecha a la desolación y el terror cotidiano de salir o ver salir a alguien de nuestra familia, pensando en sí retornará o no, o en qué condiciones. Sufrir el disgusto y las terribles consecuencias de que cualesquier día llegué el proveedor de la familia y con el rostro dolorido nos diga que lo han despedido del trabajo.
En fin, el recuento de los daños a los mexicanos y sus familias, a los jóvenes que no tienen para donde mirar en lo que a su futuro respecta. Mientras vemos el dispendio entre la clase política, que sólo nos da de tiempo atrás, desesperanza, salarios de hambre y de miedo. En fin, a lo que quiero llegar es a expresarles que todo esto sólo comparable a las siete plagas de Egipto, nos ha llevado, y no con poca razón, a caer en la peor y menos efectiva de defensa.
El insulto a nuestras autoridades. Nos guste o no, son los representantes de nuestra sociedad, de nuestro país. Y la violencia no se combate con la violencia, sólo da más poder al poderoso y arrincona más al ciudadano. Entiendo con toda claridad que a nosotros, los ciudadanos del día a día que salimos a ganar un salario para sobrevivir la desesperanza se nos convierte en desesperación y sólo vemos un camino, la respuesta violenta, el insulto, etc. etc. y a ellos a quienes va dirigido nuestro dolor en forma de coraje supremo, no les inmuta.
Y así vamos ahondando día a día la brecha de separación. Ellos, los que gobiernan se tornan cada día más sordos y ciegos ante nuestras necesidades y derechos ciudadanos y humanos. Nos dejan despotricar, insultarlos y así nos mantienen entretenidos.
Además nos obnubilamos en y con el insulto y ya no volteamos ni vislumbramos salida. Y como asentó el benemérito de las Américas, Benito Juárez García. El respeto al derecho ajeno es la paz.
Si reiniciamos la buena y sana costumbre de respetar seremos respetados. Podremos hacer llegar nuestras voces a donde deben llegar cuando todos perdemos el respeto a las autoridades caemos en la debacle. y obvio, llevamos la de perder. |