La voz se me quebraba; las lágrimas querían salir y sentí que no terminaría de leer la nota publicada el día de ayer en La Jornada titulada “Defensora de los derechos de las mujeres, violada por la policía de Tlapa, Guerrero”.
Muchísimo coraje, indignación y hasta dolor de estómago sentí por lo sucedido a Yndira Sandoval Sánchez, defensora de los derechos de las mujeres quien narró en entrevista con La Jornada, su pesadilla y el viacrucis vivido después de asistir a dar una plática sobre violencia de género en la Universidad Autónoma de Guerrero.
Todo inició cuando en Tlapa de Comonfort se accidentó con un clavo debajo de su axila, cerca del seno, por lo que acudió con un compañero a la Clínica San Antonio para ser atendida. El doctor al principio le cobraba 2 mil pesos, pero logró que le bajara a 900 pesos. Sin embargo, como no recibía tarjeta electrónica, le sugirió ir a un cajero para retirar dinero y regresar a pagarle.
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Al regresar, porque había olvidado su celular, se percató de una patrulla de policía que trataba de detener a su amigo por no pagar la cuenta de la clínica; al tratar de interceder por él, le indican que también está detenida. Ante la situación decide aplicar el protocolo y solicita que sea una mujer la que la revise, quien de mala gana le gritó “¡cállate pendeja!”, metiéndola de un empujón a la batea, manteniéndola hincada y jalándole del cabello, además de torturarla presionándole la herida.
Esto sería el principio, pues posteriormente en la celda sufrió violación por parte de la misma policía que la torturó. Mientras le introducía los dedos, le decía al oído “Te dije que te ibas a chingar, te dije que te callaras pendeja”.
Minutos después salía en libertad pero empezaría su viacrucis ante las instituciones correspondientes para hacer su denuncia por violencia sexual, pues nadie le brindó la atención necesaria; al contrario, fue revictimizada, intimidada, burlada y violentada en sus derechos.
Este es un hecho que sucedió en Guerrero, hace poco más de un mes, un suceso que pareciera lejos de Veracruz, sin embargo, son acontecimientos que posiblemente se han dado en nuestro estado y de los cuales tenemos desconocimiento porque las mujeres no han denunciado por miedo a las represalias.
Se pudiera pensar que el caso de Yndira tomara relevancia por ser defensora de los derechos de las mujeres, sin embargo, todos los días en nuestro estado salen mujeres de comisión a trabajar en varios municipios, tenemos conocidas que son maestras, doctoras, etcétera y que tienen que prestar sus servicios en municipios diferentes a donde radican. ¡Pudiera ser cualquiera! ¿Se imagina que le suceda este calvario?
Terminé de leer la nota y solté el llanto. ¿Cómo es posible que Yndira fuera torturada, insultada, sobajada y violada por otra mujer? Ella tiene la respuesta: “El hecho de que me violara una mujer me confirma que nos está carcomiendo el propio sistema, que normaliza la violencia y nos quiere obligar a pensar que éste es nuestro destino. Las instituciones están podridas. Quiero caminar sin miedo; el Estado me pudo haber quitado la seguridad, pero no me va a quitar la dignidad ni mi vocación de seguir defendiendo los derechos de la mujeres”.
Es verdad, nadie se preocupa por las mujeres, ni nosotras mismas, incluso a veces las mujeres se unen en grupos para denostar a otras que luchan por la misma causa. Lo he comprobado poco a poco en este espacio dedicado a mi género. Incluso hay veces que hasta me desanimo a hacerlo, ¿Por qué escribir de mujeres, si hay otras cosas más redituables como la política o los chismes de lavadero? Seguramente te leerán más, a pesar de que las mujeres seamos mayoría en la población.
Lo confieso, hoy no iba a escribir, sin embargo la frase de Yndira me levantó el ánimo, pues después de lo que le sucedió, se aferra a seguir defendiendo los derechos de las mujeres. Entonces ¿Por qué no seguir escribiendo para ellas?
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