Busqué el video y lo encontré. Era cierto, Elena Poniatowska decía que las juchitecas, en sus tiempos mozos, cuando Tina Modotti las fotografió, eran esbeltas, pero que las de ahora, las que Elena había visto, estaban gordas por la cerveza… ¡y mensas!
Me llama la atención el comentario de la señora, más cuando el boletín epidemiológico de la Secretaría de Salud reporta a Veracruz, Estado de México, Ciudad de México, Jalisco y Tamaulipas, como los estados con mayores problemas de obesidad o sobrepeso… pero al menos en la nota que leí, no aparece Oaxaca.
Luego entonces, si me atengo al dicho de la señora, “las que yo he visto”, su argumento se basa en una simple percepción particular.
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Aunque siendo francos, no sólo juchitecas, yo creo que mucha gente de diferentes latitudes del país, han pasado del recuerdo de “la gente delgada” a “panzones”, como dijera la escritora.
Para los que ya arañamos “el quinto piso”, baste recordar el aula de la primaria de cualquier escuela pública, donde un alto porcentaje de los estudiantes era flaco, rayando en los huesos, y por allí aparecía el blanco de nuestras bromas: ¡el Gordito! pero no se crea que era un “bullying” reservado para él nada más, al contrario, se le trataba con cariño, con mimo, muy al contrario si había alguien de ojo verde, porque era “el ojos de gargajo”; o el güerito, que acababa por ser “el hijo del lechero”; el que su mami usaba lentes tipo “Bárbara Gordon”, pues era “el hijo de la Batichica”, y así. El asunto es que en el salón tener a un gordito era un tesoro… hoy, al contrario, un flaco en el salón es un hecho extraordinario… o que lo diga mejor el Congreso, donde hasta se da la paradoja: hay un Flaco que está “panzón” (dixit Poniatowska) y otro que sí está en los huesos: Juan Manuel del Castillo y José Kirsch.
Tengo la creencia que la situación económica en muchas familias así como el consumismo, obligan a varios a comprar productos que llenan, pero no nutren. Ya sea en la mañana, tarde o noche, quién no ha visto a alguien echarse su respectiva cocacola.
Nuestra mala alimentación nos mantiene “bonitos y gorditos”... ¿pero mensos?
El juicio de que las juchitecas estén “mensas” por la cerveza, podría dar lugar a cantidad de comentarios en contra de la escritora y ¿a favor?... pues por más que pienso, no le encuentro uno a favor.
Los “Poniatowslievers” de seguro han de argumentar que la señora tiene la edad, cultura, experiencia, para decir lo que se le venga en gana, tanto que es capaz de pedirle a López Obrador que mejor vote este 2018 por Marichuy (María de Jesús Patricio Martínez), la tuxpeña que aspira a ser candidata independiente por la Presidencia de la República…
(¿Me veré mal si digo “la indígena”? Bueno, nada más para aclarar, es tuxpeña, pero de Tuxpan, Jalisco. Y en los medios de comunicación han encasillado a Marichuy más como “indígena” que como “defensora de los derechos humanos”.)
¿Qué obliga a Elena Poniatowska a dar un “juicio intelectual” tajante para las juchitecas? Quizás el valor que le damos a las personas cuya “fuerza moral” obliga a venerarlas, respetarlas y hasta perdonarles “sus pecados”, como el caso de Kevin Spacey, acusado por acoso ocurrido hace tiempo a un joven de 18 años, y la indignación que se cierne en el tema es: “¿Por qué hasta apenas denuncia?”; o el caso de Roman Polanski, aclamado director de cine pero acusado por violación creo que más de tres veces; o Woody Allen, señalado por abuso sexual por su hija adoptiva... pero su arte les crea un halo protector donde la sociedad gime por no ver más “House of Cards”, aclama “La danza de los vampiros”, venera “Poderosa Afrodita” y admira el bello vestido de tehuana, regalo que las “panzonas” y “mensas” juchitecas le hicieran a Elena Poniatowska, con el que recibió el premio Cervantes.
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