Estas agresiones, revela el informe, son sufridas en mayor parte por mujeres jóvenes, de entre 18 y 30 años. Las más vulnerables son aquellas que viven en una relación íntima de violencia, mujeres profesionales con perfil público que participan en espacios de comunicación (periodistas, investigadoras, activistas y artistas), y mujeres sobrevivientes de violencia física y sexual.
Es de resaltar que Luchadoras detectó seis tendencias preocupantes en el país en cuanto a la violencia virtual contra las mujeres. Éstas son las siguientes:
*Odio viral. Denunciar en redes sociales detona una ola de violencia en línea: Este fue el caso de Andrea Noel, quien en 2016 denunció que un agresor sexual se le acercó por la espalda, le levantó la falda y le bajó la ropa interior. De igual forma se cita los casos de Ana Gabriela Guevara (golpeada por sujetos desconocidos) y de Tamara de Anda (acosada por un taxista contra el cual presentó una queja que procedió administrativamente). Estas mujeres hablaron de sus experiencias en sus redes sociales y lo que ocurrió fue que se les responsabilizó por las agresiones sufridas, se les revictimizó y se burlaron de ellas. Asimismo, recibieron mensajes peyorativos y amenazas con potencialidad para materializarse físicamente.
*Expulsión y derribo de espacios de expresión: Aunque el machista promedio da bastante pena, su capacidad de organización es impresionante. El feminismo virtual le incomoda y lo percibe como un ataque que puede llegar a su espacio “real”. Como resultado, se acerca a otros como él y juntos, atacan sitios, grupos y páginas que se asumen feministas para bloquearlos o tumbarlos permanentemente. Para Luchadoras, “estos ataques son una de las manifestaciones más fehacientes de cómo las agresiones en línea contra las mujeres las alejan o impiden el uso de las tecnologías, representan un acto de censura y vulneran tanto el derecho a la libertad de expresión de quienes son atacadas como el derecho al acceso a la información de su audiencia”. Un ejemplo reciente de esto es la eliminación de la página de Facebook Feminismo Consciente, un punto de encuentro para mujeres mexicanas y de Latinoamérica que fomentaba su autoestima, autoconocimiento y sororidad, a la vez que servía para promocionar los servicios de su creadora como emprendedora y terapeuta menstrual. Los ataques organizados lograron tumbarla y con ello, una audiencia de miles de seguidoras se perdió.
*Campañas de ataques organizados: Mujeres que se autoidentifican como feministas y hablan públicamente de temas como género, feminismo o violencia reciben agresiones organizadas por sujetos que se identifican como parte de varios grupos. Usan cuentas falsas y si éstas llegan a ser eliminadas, crean otras. Lo dicho: una capacidad de organización asombrosa, pero repulsiva.
*Extorsión bajo amenaza de difusión de imágenes íntimas sin consentimiento: Exparejas amenazan con publicar fotos íntimas a menos de que la víctima acceda a realizar alguna petición (depositar dinero, regresar con él, etc.).
*Espionaje de Estado: Este fue el caso de Carmen Aristegui, tras participar en varios reportajes que denunciaban la corrupción del Gobierno. Stephanie Brewer y Karla Micheel Salas representaban jurídicamente a mujeres violentadas sexualmente, por lo cual recibieron mensajes infectados con virus espías.
*Campañas de desprestigio: Utilizar los medios virtuales para descalificar o dañar la reputación de una mujer, así como para intimidarla.
Las conclusiones del informe no son alentadoras: enuncia que la violencia en línea contra las mujeres ha aumentado durante los últimos años, pues a final de cuentas es una extensión de la violencia “offline”. En el nivel jurídico, las propuestas han sido insuficientes para cubrir las afectaciones virtuales y físicas. Aún queda mucho trabajo pendiente.
Mientras tanto, ¿nosotros qué podemos hacer? De buenas a primeras, dejar de compartir contenidos misóginos sería una buena opción, así como analizar lo que consumimos, seguimos y decimos en línea. Empezar, pues, por nosotros mismos.
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