¿Qué más le falta a este amigo para irse a su casa con la cola entre las patas?
Nada.
Pero ahí sigue aferrado al frágil hilo que al romperse lo hundirá en el fango. Se le hace fácil librarse de toda culpa por la vía de una “denuncia” ministerial quesque por falsificación de su firma que presuntamente acredita entregas del gobierno por 20 millones de pesos.
Se le hace mero trámite boletinesco y solución a un problema de investigación por corrupción dando una explicación de dos líneas asumiendo el “¡Yo no fui!” desdeñando el reclamo del Congreso del estado para que deje la titularidad del Órgano de Fiscalización Superior a fin de que aclare toda sospecha que se cierne sobre él.
Lo peor de todo es que insiste en seguir trabajando para reelegirse.
Para Lorenzo Antonio Portilla Vázquez, siervo fiel de Duarte, solapador de sus cuentas públicas y maquillador de cifras con verdades a medias, la amistad personal que tuvo con él hoy recluido en el Reclusorio Norte le está valiendo en aras de salvar el pellejo.
Poco le importó la lealtad hasta la muerte jurada ante su amigo el gordo en los días de vino y rosas.
Solo esperó que se fuera para romperle su madre.
Lorenzo Portilla en mucho recuerda ese histórico episodio en los estertores de muerte del dictador Joseph Stalin. Stevetlana, su hija, quien en libro biográfico evoca esa escena del 5 de marzo de 1953:
“En torno a la familia y sus más cercanos colaboradores mi padre exhaló su último aliento. De inmediato los más cercanos empezaron a proferirle injurias y a escupirle… algunos incluso mostraban signos grotescos de algarabía por su muerte…”
“Sin embargo, de repente abrió los ojos con desmesura y miró a cada uno de los que estábamos en la habitación. Fue una mirada terrible. Entonces algo incomprensible e imponente pasó. De repente, levantó su mano izquierda como si señalara arriba y lanzara una maldición contra sus colaboradores. Al momento, después de ese esfuerzo final, su espíritu se retiró de su carne”.
Joseph Stalin, el peor dictador de la historia de Rusia había sido envenenado consumándose el complot de parte de sus más cercanos amigos y colaboradores.
En parangón algo parecido está sucediendo con Javier Duarte, a quien todos sus amigos, colaboradores y cómplices y cierta prensa beneficiada lo niegan y rechazan. Jamás de los jamáses hicieron negocios con él, se justifican.
Hoy todos son infidentes y claman por su crucifixión atacándose unos a otros, deslindándose, acusándose, escondiendo sus riquezas sin apostar un céntimo en favor de quien les abrió las arcas.
Es la condición humana.
Si hoy Portilla sobrevive, mañana hará y dirá lo mismo en contra de Miguel Angel Yunes Linares.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |