¿Qué se necesita para ocasionar el caos?
Para la Mujer, es la cantaleta que se tiene que chutar cada vez que salimos juntos en el carro. Ya sin contar el juego de Lotería vial que canto mejor que cualquier animador de feria: ¡El perro! ¡el anciano! ¡la señora! ¡el urbano! ¡el bache! ¡el verde! ¡el rojo! Agregue a ello mi sentido previsor, al que la Mujer llama gentilmente “catastrofista”, cuando le digo que tenga cuidado con el tipo de adelante, porque puede virar sin anunciar, porque va hablando por celular; o en un cruce, que tenga cuidado porque puede salir un perro, una persona, una bici, un tipo… ¡vamos! si hoy, la posibilidad de que te caiga encima un helicóptero y mueras ya no es descartable, ¿por qué sí cualquiera de mis teorías previsoras o como las llama ella: ¡catastrofistas!?
Al final, todo lo concluyo, mientras viajamos en el carro, a un “¿Qué se necesita para ocasionar el caos?”
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II
Desde que se inauguró la carretera Xalapa-Coatepec, he ido a ese bello municipio las más veces en lo que va del año, que en el 2017. Hace una semana, precisamente, después de haber celebrado el cumpleaños de Ursus, don Joaquín Alcántara Hernández(+) al lado de su apreciable familia, tomé el carro y… sí, ya conduzco carro.
Tiene como un año que decidí dejar la mota… digo, la moto, por cuestiones de seguridad, y es que después de ser testigo de un accidente de un par de motociclistas en la avenida Lázaro Cárdenas así como después de la última gran empapada que me di al verme sorprendido por una tormenta, dije: ¡Hasta aquí de andar en moto! Entonces compramos un cochecito, de ésos que llaman “zapatito”, en función de adaptarme a manejar lo más fácil y rápido posible, por sus pequeñas dimensiones. Arturo Reyes González, el hijo de mi otro amigo, Arturo Reyes Isidoro, le llama “el Bola de Oro”, no porque sea redondo, sino por los colores: negro con naranja, que a su juicio, lo hacen parecer una bolsa del tradicional café de Xalapa. El abuelo de la Mujer como otros amigos, entre ellos Lety Rosado y Naldy Rodríguez, le dicen “el Chiquito”. Imaginen cómo me fastidiaron después de que lea el siguiente segmento.
III
Pero les decía… salgo de la hacienda Zimpizahua y me encamino a esa carretera nueva que para mí, en verdad es un placer viajar en ella. Partí antes de que oscureciera, con ganas de ganarle a la noche, porque ya por la edad, mi vista como que se va agotando… ¡y que choco!
No me lo crea… pero así como en la película “Destino Final”, hubo varias señales… en la mañana que salí de la casa, justo al incorporarme a la avenida Lázaro Cárdenas, vi a un atropellado; al cruzar el puente Bicentenario, cerca de la unidad Pomona, una camioneta estuvo a punto de impactarme… por la plaza Américas, un camión que transportaba postes, se detuvo de imprevisto ocasionando caos vehicular… bueno, pretextos nos sobran cuando chiocamos porque en mi caso, fue de la manera más absurda que pudiera imaginar: Ir en el carril de alta velocidad y pasarme al otro, para que en un leve descuido, me fuera a impactar en el trasero de una camioneta… ¿creerá el lector que no me percaté de que estaban detenidos los carros del carril al que me incorporé? ¡Qué pinche vergüenza sentí! Se bajó un señor que arañaba la tercera edad junto con su esposa, mientras yo les rogaba que se subieran por temor a que los fueran a atropellar a la vez que les decía que ya había llamado a la aseguradora.
¡Ah! Perdón… creo que no fui claro… choqué pero en Lázaro Cárdenas, no en la carretera Xalapa-Coatepec, a la que muchos tachan de “peligrosa”... ¡la manga! una carretera no es peligrosa, sino el que conduce. Y así como se lo dije a la pareja que impacté, asumo toda la responsabilidad por la leve distracción que tuve… por supuesto, brindé a mis xalapeños media hora de entorpecimiento vehicular en el carril de enmedio, pero que al final, no deja de demostrar mi tesis: ¿Qué se necesita para ocasionar el caos? ¡un pendejo!
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