Los debates han servido para denigrar las figuras de quienes pueden dirigir los destinos del país. Han derivado en un choque de insultos en lugar de ser una confrontación de ideas. No se toma en cuenta la inteligencia sino la audacia para responder rápido la descalificación del contrario.
Aunque estén todos los que son, no habrá sorpresas. La única novedad es el video donde se exhibe a Ricardo Anaya como un lavador de dinero. Esto es solo una aparente evidencia, pero no significa que lo sea; sin embargo, Meade ha arremetido furiosamente contra el panista diciéndole “vulgar ladrón”.
Se comprende que Meade esté desesperado por estar en lo que llaman el peor momento de su campaña, pero no puede hacer acusaciones de manera tan ligera. No son propias de alguien que busca ganar el puesto político más importante del país. No es digna esa acusación en labios de alguien que nos va a representar dentro y fuera de nuestras fronteras.
Lo que es evidente en vísperas de este tercer debate es la necesidad de un evento espectacular que haga pensar a la población que Meade crece, que sube por lo menos 10 puntos. Ya el líder nacional del PRI lo intentó al decir primero en Celaya, luego en Tijuana, después en Quintana Roo, que Meade estaba en segundo lugar. Eso no lo creyó ni Meade porque el equipo del ex secretario de Hacienda no le permitió repetir tal disparate.
Después René Juárez Cisneros fue más mesurado y el sábado pasado se atrevió a decir que el PRI, su partido, estaba dispuesto a reconocer el triunfo del ganador en las urnas como signo de rendición.
Sin embargo, hay otra parte del PRI que quiere pugnar por hacer aparecer al priista adoptado como el candidato que alcanza y gana. No podría hacerlo de quedarse todo como está. Porque además si se duda de las encuestas es porque hay variaciones cuando hay resultados contrarios a sus cálculos, pero la encuesta de los candidatos a la Presidencia de la República está igual desde principios de septiembre que inició el año electoral y esto habla de una solidez de pronóstico.
Sin duda el debate de este martes en Mérida, Yucatán, será más agresivo. Más violento y seguramente será un encuentro entre Meade contra Anaya. El segundo lugar esta vez es más codiciado que el primero.
A los debates se les ha querido colgar un muy amplio sentido de la confrontación de ideas y los críticos como no pueden cuestionar al candidato que deben proteger, les ha dado por cuestionar a los debates en sí. Y esto no es más que una anécdota en medio de una disputa electoral de gran trascendencia.
Otros, que no deben criticar los debates, porque son defendidos o transmitidos por las empresas a las que pertenecen, cuestionan de manera aparentemente diferente y entonces arremeten contra los tres con una ligereza que lleva a pensar que esos columnistas y articulistas son un verdadero peligro para México, porque aseguran que a los candidatos no les interesan los jóvenes, cuando en los debates el tema todavía no mencionaba dicho segmento de la población. O, bien, otros más tradicionales, señalaban que los candidatos no quieren hablar de religión, cuando los problemas del país son de este mundo y no de otro.
Así los debates apenas sobreviven en la preferencia de los televidentes y en muchos casos, se convierten en el mejor camino para divertirse, pero en el peor método para conocer las propuestas de cada uno de los candidatos.
Los debates han sido desvirtuados por sus propios difusores, como no pueden colocar publicidad durante su proyección, inventan lo que llaman el análisis del debate, donde cobran los tiempos de televisión al triple de lo acostumbrado, condición que les es muy productiva también a los anunciantes. Es decir, detrás de cada debate está el negocio, la mercadotecnia de la política. La comercialización de las ideas y la mercantilización del voto.
Durante estos análisis del debate es donde se lleva a cabo una serie de golpeteo entre los diferentes partidos que muchas veces el debate entre candidatos queda de tamaño menor o simplemente se diluye entre tantos comentarios que terminan por no decir nada.
El debate carece ya de importancia, pero es muy importante para los que difunden este evento que seguramente reactiva la economía del país, pero solo en la parte alta de la comercialización.
Si el elector escoge el debate para saber por quién va a votar termina confundido. Afortunadamente el ciudadano sabe perfectamente a favor de quién marcará la boleta este 1 de julio.
Los que hasta el momento no tienen decisión son los pocos informados o los indiferentes, que prefieren no votar a sentirse culpables de haberse equivocado, porque no hay confianza en los políticos. Los errores están en no participar en la política después de las urnas, porque debe defenderse el voto y su conteo más de lo que muchos defienden el triunfo de su equipo de futbol.
Pero la participación política de los mexicanos no debe terminar con la emisión del voto el día de las elecciones, debe cuidarse no solo el voto, sino que el electo cumpla con lo que prometió. Esa es la verdadera participación ciudadana. El derecho al sufragio es la mínima expresión de un ciudadano comprometido y responsable. Ejercerlo no significa un compromiso que debe ser obligado. PEGA Y CORRE. - Ante la proximidad del día de las elecciones y la marcada desventaja que presenta el candidato oficial a la gubernatura del estado de Veracruz, el gobernador ha dejado de lado el asunto de Karime Macías para dedicarse a ver la forma de que su hijo gane, por las buenas o por las malas…Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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