Por todo ello, Peña Nieto abrió la puerta y dio línea para sepultar al partido de una vez por todas.
Quizá éste sea el último y más acertado consejo que le pudo dar el Presidente a un partido en agonía: el PRI, dijo, debe cambiar “de nombre y de esencia, porque si conserva los apellidos entonces no funciona”.
Sin embargo, a este cambio es al que se oponen los románticos, aunque no sería la primera vez. Hay que recordar que el PRI nació como Partido Nacional Revolucionario; después mutó a Partido de la Revolución Mexicana; y finalmente, desde el 46 a la fecha, es lo que hoy conocemos como Partido Revolucionario Institucional.
Peña Nieto dijo: “esta elección, y las anteriores, dejan ver un estigma muy señalado y muy asimilado en la sociedad, lamentablemente, de desgaste y de reproche hacia el PRI como marca”.
Tres cambios ha tenido ese partido, cambiando todo para quedar igual, manteniendo en su vientre a la corrupción y la decadencia.
En los Foros de Diagnóstico del PRI, deberían poner sobre la mesa esta posibilidad real de cambio… pero no en los Foros que se llevan a cabo en los Estados (que finalmente son pura vacilada) sino en las mesas de resolución de la cúpula priísta en el Altiplano.
¿Foros de Diagnóstico? ¡Por favor! Si ese partido quiere hacer algo debe dejar de una vez la simulación. ¿Diagnosticar qué? Si todos ya saben lo que pasó.
Si después de 100 años quieren seguir enarbolando los principios revolucionarios sin un compromiso real de cambio… ¡A ver quién les vuelve a creer!
¿Abonaría en algo cambiar todo nuevamente, para seguir igual?
El PRI, o sigue el último consejo del primer priista, el último tlatoani tricolor a punto de partir al exilio político, o jamás podrá volver.
Peña Nieto propone sepultar al viejo PRI, ¡Sí! Pero para que renazca con un nuevo rostro y una nueva marca.
Y aún así, aún cambiando nombre y esencia, aún así se necesitarán muchos años para poder limpiar la casa… pero, algún día tienen que empezar.
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