Durante su estancia en Pacho Viejo fue golpeado, torturado psicológicamente y amenazado con que borrarían del mapa a su familia si no declaraba en contra de Javier Duarte y Karime Macías, hechos que nunca le constaron de ese par de sujetos despreciables.
Debido a lo anterior su salud se deterioró hasta agravarse, pero eso le importó pura corneta a doña justicia. Tuvieron que intervenir la Comisión Nacional y Estatal de Derechos Humanos para que después de cinco semanas enfermo en el penal, autorizaran su traslado a un hospital y a los pocos días le dictaran prisión domiciliaria.
Con la puesta en libertad, la semana anterior, de tres auténticos ladrones del duartismo para que sigan su proceso desde sus hogares, pensé que Juan Antonio correría con la misma suerte, pero no fue así. El ex funcionario sigue prisionero en su domicilio… y recibiendo amenazas.
Este miércoles envió una carta a los medios de comunicación donde dice que hasta el martes anterior elementos de la Fiscalía de Investigaciones Ministeriales acudieron a interrogarlo sobre las agresiones que sufrió en Pacho, después de tres meses que presentó la denuncia.
En su misiva responsabiliza al Fiscal Jorge Winckler de las aberraciones judiciales de las que ha sido objeto, de las golpizas y: “Por tenerme preso por delitos que NO AMERITAN PRISIÓN, además de que NO LOS COMETÍ y, sobre todo, por PROTEGER A LOS VERDADEROS RESPONSABLES de la corrupción, fabricándome averiguaciones falsas y manipuladas”.
Agrega que servidores de la propia Fiscalía le hicieron saber que Winckler estaría promoviendo una nueva carpeta de investigación en su contra para prolongar su estancia en prisión y remata:
“No cometí ningún delito. Soy preso político y víctima de un proyecto de odio, infamia, destrucción y muerte. Le recuerdo a Winckler que yo presenté más de 300 denuncias por los actos de corrupción en SESVER (Secretaría de Salud de Veracruz) y que él se encargó de desaparecerlas. Pero llegará el tiempo en que pague por sus infamias”.
Se entiende el resentimiento de Juan Antonio contra el abusivo Fiscal que ojalá y en efecto pague por sus infamias. Pero no es un preso político.
No fue a prisión porque sus ideas, pensamientos, escritos o acciones pusieran en riesgo la estabilidad del Estado. Fue víctima de una venganza (a todas luces detestable) de un tipo infame y rencoroso que se valió de un lacayo habilitado como Fiscal y de una jueza a modo para lograr su cometido.
Nemi Dib nunca debió pisar la cárcel y sin embargo la sufrió; nunca debió estar en prisión domiciliaria y ahí sigue, encerrado en su casa. Por el bien de la justicia es necesario que se decrete su libertad inmediata, aunque sea bajo caución.
Si bien es pertinente reiterar una y otra vez que es un político preso de la injusticia, la iniquidad, la ilegalidad y la sevicia; siempre será oportuno subrayar que no es un preso político.
Espero que la justificada animadversión y ojeriza que siente por sus verdugos, no le hagan perder la cabeza a un hombre como Juan Antonio Nemi que aparte de honesto, se ha caracterizado por darle su verdadero sentido, dimensión y valor a las palabras.
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