Durante décadas y siglos, ha sido y es, caro y costoso para la sociedad, padecer el comportamiento imprudente de quienes dicen gobernar, y se auto justifican repitiendo excusas y pretextos, y sosteniendo que “echando a perder se aprende”; o exagerar, echándole toda la culpa al pasado e incrementando entretenimiento, distracción pública y desahogo popular.
No hay que ser experto, ni especialista en economía para entender las consecuencias de pobreza, hambre e inconformidad social, que causan el poco o nulo crecimiento, ocasionado por la mediocre y costosa política oficial de fomento económico; baja inversión privada, y reducida y corrompida inversión pública; desempleo, subempleo e informalidad en aumento; crisis financiera de los gobiernos con deuda pública creciente; y el empobrecimiento de millones y millones que por generaciones, padecen limitaciones y sacrificios; empobrecimiento acentuado, por las presiones inflacionarias.
De ahí que a solo unos meses del inicio, hay que reconocer aspectos y objetivos del intento. Se nota que, errores y defectos aparte, la Cuarta Transformación, pretende atender motivos y alcances del hartazgo social y la inconformidad existente de millones de pobres, marginados y hambrientos; y asimismo, reconocer que es necesario y hasta determinante, apoyar un cambio de gobierno que se caracterice, por establecer desarrollo y bienestar social como prioritarios.
Y también aceptar, al mismo tiempo, que, para encabezar el cambio verdadero, hay que identificar aciertos y errores, para responder y actuar en consecuencia. Es imprescindible evitar ceguera o insensibilidad; no ocultar o negar, ni minimizar esa realidad que muestra e impone sus características y alcances.
Determinante, que los servidores públicos sirvan, estén dispuestos y sean capaces, de enterarse y enfrentar con éxito, el notorio crecimiento de la actividad delictiva que, de innumerables formas, afecta y daña la vida y el patrimonio de la población.
Hoy por hoy. Lo más seguro, es que aumenta la inseguridad y sus consecuencias afectan, a más y más personas.
De ahí que es lamentable y preocupante, enterarse que hay quienes se empeñan en declarar y asegurar, que cuestiones como la inseguridad disminuyen, ante su supuesta intervención.
Nada más penoso que tener que corregir y aceptar, casi de inmediato, que las cosas van de mal en peor.
Una y otra vez. De muchas formas la realidad real prueba y comprueba que deben cambiarse y ajustarse, los gobiernos que no pueden con su responsabilidad social; que deben removerse los servidores públicos, que no sirven, y sancionar a los que incurran en culpabilidad; y que siempre, se debe reaccionar y aplicar la ley, cuando se incrementan, los parásitos, saqueadores y vividores del erario.
Urge erradicar la impunidad, que aumenta cuando no se sanciona, y convierte a delincuentes, en intocables y reciclables.
De igual forma, urge ajustar y cambiar la costosa comunicación social oficial, orientada hasta hoy, en general, a hacer padecer a diario, una y mil formas de distracción y manipulación, que enajenan, niegan, distorsionan o minimizan lo que a diario sucede.
Como siempre, al abordar temas como inseguridad pública y pobreza, se llega a conclusiones y enseñanzas no aprendidas ni asimiladas, empezando porque no se asumen, bien y a tiempo, las responsabilidades y obligaciones ciudadanas. Apatía, desinterés y pasividad dominan a la población. Y la participación y evaluación, ciudadana y social, son mínimas, nulas y sin consecuencias.
Concretamente respecto a las formas para enfrentar y erradicar la inseguridad en aumento, en múltiples encuentros y cumbres de seguridad ciudadana, organizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo y otros organismos y gobiernos, predominan las propuestas de mejorar a) las políticas preventivas; b) fortalecer la capacidad de respuesta policiaca; pero también se advierte la necesidad de incorporar y aprovechar, c) la revolución tecnológica disponible; y, sobre todo, d) incrementar y fortalecer la participación y evaluación ciudadana y social, sin cuya presencia y aportación crecen las posibilidades de fracaso.
En fin, ¿Tenemos el gobierno que merecemos? ¿Qué hacemos para erradicar ineficiencia y delincuencia gubernamental? ¿Hasta dónde lleva la continuidad de la impunidad?
De ahí en insistir, que hay que participar permanentemente, de una y muchas formas, para gobernar al gobierno. Hacer realidad, el cumplir y hacer cumplir la ley.
Tener siempre presente, que el gobierno no puede estar por encima de la sociedad; está para servirla, no para servirse de ella. Es responsable ante ella y no al revés.
Así, frente a desafíos y retos presentes y futuros, es preciso defender logros y avances, casi siempre, alcanzados a través de enormes sacrificios, cuantiosos recursos y valiosos esfuerzos.
Distinguir e identificar buenos de malos gobiernos es fundamental, si se quiere hacer lo correcto.
REVOCACIÓN ESTATAL Y MUNICIPAL
Innumerables casos de Presidentes Municipales y Gobernadores Estattales, han resultados malos y peores, ocasionando cuantiosos daños y pérdidas, fracasos y atrasos. ¿Por qué no evitar que esto ocurra, una y otra vez?
El Presidente López Obrador, insiste y sostiene: “El pueblo pone y el pueblo quita (…) Me voy a someter a la revocación de mandato a mitad del sexenio, que sean ellos los que evalúen (…) Yo no me voy a quedar más tiempo del que se deba. No a la reelección”.
Pocos gobernantes y políticos se salvan y sobresalen. La mayoría, sobreviven en la lucha del poder por el poder, sin compromiso social, ni responsabilidad histórica, ni conciencia de los deberes y obligaciones del servidor público. Revocación estatal y municipal ¿Se reconoce su trabajo y resultados? ¿O se les despide?
Nadie está obligado a sostener y soportar malos y peores gobiernos.
-Academico.IIESESUV @RafaelAriasH,Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasH
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