Prosa Aprisa.
Arturo Reyes Isidoro.
 

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De ya, así es el estilo de AMLO
2019-07-12

Lector, soy de los afortunados que hoy sale de vacaciones.


O sea, soy afortunado porque tengo trabajo. En la Universidad Veracruzana.


Voy a aprovechar el periodo para atender pendientes personales.


Seré intermitente en la publicación de “Prosa aprisa”. Lo haré cuando mi tiempo me lo permita.


Ni para anunciarte que, sin embargo, me tendrás cuando aquí menos me esperes, porque esto sucedería solo si algo extraordinario ocurriera en el Estado, aunque con el gobierno que tenemos no va a pasar nada.


La curva de aprendizaje se prolonga y cuando algunos ya le estén agarrando el hilo quizás llegará la hora en que se tengan que ir.


Cambios en la administración estatal sí los va a haber, incluido el que más se ha cantado y se espera.


No el del gobernador, que él permanecerá en el cargo por más que algunos anuncien su salida.


Pero no lleva prisa en los ajustes. Ya los determinó o ya le pidieron que los haga pero estirará el tiempo de espera lo más que pueda. 


Todavía pasarán algunos meses pero, eso sí, se darán en este mismo año. Algunos quizás esperarán a Santa Claus ya en casita.


Le cantarán Las Golondrinas (o le echarán flit) hasta a la que anda declarando que está firme porque está dando resultados.


El estilo del gobernador es muy diferente al del presidente López Obrador, su tutor político.


Al día siguiente de la renuncia del secretario de Hacienda Carlos Urzúa (qué forma de renunciarle), AMLO reveló un detalle que dejó muy claro que le gusta que las cosas se hagan de inmediato.


Es de los que practica aquella vieja expresión (que seguramente la usaban en su natal Tabasco) de “A lo que te truje, Chencha”.


En su conferencia mañanera platicó que cuando Urzúa le informó de su decisión, le dijo que esperaría hasta el sábado para darla a conocer para no afectar los mercados, ya que era martes día laborable.


Su respuesta fue, dicha por él mismo: “ya, lo más pronto posible, vámonos”.


Un viejo zorro como es el tabasqueño sabe que en el gobierno, en el poder político, no se debe y no se puede perder el tiempo.


Que las decisiones hay que tomarlas de inmediato, sin titubeos ni contemplaciones; que las circunstancias hay que encararlas, de ya.


Acá se sabe que la petición o la indicación está hecha, y si la hicieron es porque seguramente saben que las renuncias o los cambios son necesarios o convenientes.


También se sabe que se va a acatar, pero parece que primero van a empezar a deshojar la margarita.


Creo que no se dan cuenta, no perciben que entre más se tarden en actuar más se desgasta o se daña la imagen oficial.


Allá ellos. Por eso lector, te decía, no va a ocurrir algo extraordinario. Todos los días, lo mismo de siempre: que si Winckler me dijo, que si yo lo amenazo mediáticamente, zarandajas, ¡puaf!


Y si AMLO viene –definen su agenda– ya sabemos la cantaleta: Cuitláhuac es el muchacho chicho.


Entonces, te soy sincero, no me apuraré por estar pegado al teclado.


Siempre hace falta oxigenarse, tomar distancia.


A veces descuida uno a la familia o a los amigos, por ejemplo. Aprovecharé para reunirme con ellos. 


Y siguiendo la práctica de López Obrador, ya, lo más pronto posible, vámonos, la tarde de esta misma noche empiezo la parranda con mis amigos (y amigas) danzoneros.


A mi edad, además por eso, cuando ya estoy y voy de salida, ya no puedo perder mi tiempo, quiero disfrutar lo más que pueda antes de que ya no pueda hacerlo, que creo que no tardo.


Viajaré por el estado y por el sureste del país, aunque sea de mochilero, como en los viejos y buenos tiempos. Quizá también suba al altiplano.


Mis hijos, otro privilegio que tengo, hicieron una vaquita y creo que me reunieron como 3 mil 875 pesos con 50 centavos para, me dicen, que no me falte nada. 


No me faltará. Los generosos amigos del puerto de Veracruz, por ejemplo, son pura atención (y algunos, además, con son montuno cubano de por medio).


Me gusta el bullicio del puerto, de sus cafés, el calor, soy de los que todavía portalea.


Austero, por tierra, pero me voy de vacaciones. La situación económica a la que nos está llevando la Cuarta Transformación no me va a frenar.


Ayer la propia Junta de Gobierno del Banco de México (Banxico) advirtió que la desaceleración económica es mayor a lo que se esperaba.


Mientras que para el Bank of America, México entró en recesión técnica.


O sea, en lenguaje cristiano no especializado en economía, no vamos bien. 


El Banxico consideró que la orientación de las políticas públicas (las del gobierno de López Obrador) “en sectores estratégicos y una política de gasto que ha favorecido la redistribución de recursos hacia las transferencias sociales a costa de inversión pública, constituyen factores que siguen minando la confianza de los inversionistas”.


Con un ojo al gato y otro al garabato, atento a lo que pasa en la política, pero también en la economía, por aquello de no te entumas, pedí ayer a un amigo doctor en Economía que ha sido funcionario estatal y federal, que es catedrático en la materia y que tiene un gran bagaje teórico, que me explicara en cristiano y en pocas palabras qué es una desaceleración económica y qué una recesión.


Me respondió: 


“Desaceleración: vas en un coche a 100 km y sueltas el acelerador, sigues avanzando pero cada vez a menor velocidad. Recesión: en vez de crecer decreces. En el argot de los economistas con que decrezcas tres trimestres seguidos ya es recesión. En México tenemos una desaceleración, crecemos menos que antes. Antes crecíamos al 2%, ahora estiman que sea a menos de 1”.


Pero me recomendó esperar el dato del segundo trimestre para hacer una mejor valoración de la evolución de la economía.


En principio, ¿si no vamos o estamos mal, tampoco vamos bien?, ¿así es?, le pregunté.


No dudó: “Vamos mal”.


Me recordó que la economía debería crecer al 4.5 o 5% para poder emplear a todos los que se incorporan al mercado de trabajo. 


“Imagínate qué hacíamos con un crecimiento del 2%, pues ahora con ni siquiera 1%”.


¡Chin!


Como decía el yucateco: ¡mare!, si se acaba el mundo, nos vamos para Mérida.


Allá también iré a parar. Me gusta incluso para vivir. Ya veré si cuando regrese todavía queda en pie algo de Veracruz.


¡Y pensar que lo más seguro es que me encuentre al mismo equipito!


Relájate Reyes Isidoro y deja a tus lectores en paz. Nos vemos.

 
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