En sus charlas, cuando se relajan del trabajo gubernamental, AMLO y Barttlet hablan de sus experiencias de vida, (aunque las hayan platicado decenas de veces), les gusta revivirlas una y otra vez, pero gozan más aún sabiendo que los aplastaron en las urnas, sí, a sus acérrimos enemigos.
“Manuelito”, como en ocasiones le dice el Presidente a Barttlet, tuvo su episodio de mayor decepción en el PRI cuando le negaron la candidatura presidencial, esa misma que le fue entregada a Carlos Salinas de Gortari. El poblano continuó viviendo del PRI, pero acabó odiándolo tanto como el mismo López Obrador.
AMLO y Barttlet se observan a sí mismos como víctimas del neoliberalismo, del conservadurismo, con la diferencia de que el oriundo de Puebla se benefició bastante más del PRI respecto al hoy Presidente, en cargos públicos y amistades influyentes, particularmente.
Más de la mitad del gabinete cercano de AMLO no ve con buenos ojos a Barttlet: consideran que los costos políticos de sostenerlo, (y defenderlo), ante la opinión pública y la prensa que lo investiga, podrían ser catastróficos hacia las elecciones intermedias.
Sin embargo, es amigo del Presidente, se identifican y observan como “compañeros de mil batallas”. Barttlet podría costarle mucho a AMLO, pues a todas luces se aprecia indefendible, pero “donde manda capitán, no gobierna marinero”, dicen al interior de Palacio Nacional.
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