Este jueves los contagios llegaron a 81 mil 400 y la cifra de muertos rompió la barrera de los 8 mil al contabilizarse 9 mil 44.
Y de la letalidad ni hablar; 11.1% en México contra 6.3% en el resto del planeta.
¿Entonces, aún no se aplana la curva?
¡Qué se va a aplanar!
Un Presidente que tuviera tantito así de respeto por sus gobernados les hablaría con la verdad y ordenaría extremar las medidas de confinamiento, pero López Obrador no es de esos. En su mañanera aseguró: “Ya se domó la pandemia, ya se alejó el riesgo de una saturación en hospitales que hubiera significado una pérdida de más vidas humanas y más dramatismo, eso afortunadamente ya se superó”.
Vaya con la falacia monumental.
Este lunes 1 de junio (con la curva ascendiendo y con el número de fallecidos aumentando), comenzará la “nueva normalidad” y el martes López Obrador reanudará sus giras empezando en Yucatán y terminando en Veracruz, uno de los cinco estados gobernados por Morena que tienen el 47% de la totalidad de casos de Covid-19 en el país. Los otros son Ciudad de México, Baja California, Tabasco y Puebla.
Qué necedad la suya y qué pésimo ejemplo da como Jefe de la Nación. Fuera un chamaco de 15 años vaya y pase, pero es una persona de 66 que nomás por ese hecho debería estar confinado en su hogar de Palacio Nacional en lugar de exponerse y exponer a los demás a un contagiadero.
Así como está de mal el país en lo económico, en lo político y ahora en lo sanitario, no nos podemos dar el lujo de que se nos enferme el Presidente que más que inaugurar obras a lo que viene es a buscar votos para el 2021.
Pero esos votos se le pueden comprometer y mucho. Me explico, lector. Por meses el doctor Hugo López-Gatell se ha negado a que se practiquen las pruebas rápidas con las que China, Corea del Sur y Nueva Zelanda contuvieron el coronavirus y que exige la Organización Mundial de la Salud.
A todos sorprendió y nadie comprendió la negativa del científico hasta que apareció el peine. Y lo encontró el periodista Raymundo Riva Palacio que este jueves escribió:
“Una vez más, la tozudez de López Obrador está por encima de todo. Pero junto con ella, su tacañería. La razón por la cual no se aplicaron las pruebas (rápidas) es porque López Obrador, de acuerdo con personas que conocen sus argumentos, no quiere gastar dinero en ellas. La instrucción fue ahorrar lo más que se pudiera, a lo que se añade que también se han comprado insumos y equipos al costo más barato en el mercado… que resultaron muy deficientes”.
A renglón seguido añadió: “Las instrucciones presidenciales están en línea con su racional de no gastar. López Obrador dice que aplica la austeridad, pero ha rebasado esos márgenes. La decisión de no aplicar las pruebas no parte de una recomendación científica, sino de una voluntad política”.
Si esto se comprueba, la buena suerte de López Obrador puede sufrir una seria cuarteadura ya que podría ser acusado no sólo de negligencia e irresponsabilidad, sino de algo más grave que tiene que ver directamente con la muerte de más de 9 mil enfermos de coronavirus.
De crecer la denuncia de Raymundo, podría convertirse en el Waterloo del tabasqueño que por lo pronto visitará por novena o décima ocasión, a un Veracruz más violento que el que había el 2 de diciembre del 2018 en su primera visita oficial. Un Veracruz a la vanguardia en feminicidios, secuestros, robos y donde ya no se esconde el nepotismo, la corrupción y mucho menos la impunidad.
Un Veracruz más pobre, sin inversión, sin trabajo, donde la sequía está matando tanto a las cosechas como al ganado y el dengue ha matado a casi 800 veracruzanos. Una entidad desamparada que está lejos de ser feliz feliz feliz.
Pero además, López Obrador visitará a un Veracruz hastiado de la violencia y gobernado por unos sujetos que más parecen cuatreros que políticos bien intencionados.
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