Ese comentario fue una pedrada que dio en el centro del avispero. Una sacudida bárbara a la mismísima Santa Madre Iglesia.
Si bien esas palabras no provocaron un cisma en la Iglesia Católica como lo señalaron algunos espantados, si sacaron ronchas al interior de la Santa Sede, sobre todo por la difusión que tuvieron en los medios de comunicación más importantes del mundo.
The New York Times cabeceó así la nota: Papa Francisco muestra apoyo a uniones civiles del mismo sexo; Le Monde: El Papa Francisco defiende el derecho a la unión civil de los homosexuales; BBC News: Papa Francisco indica apoyo a uniones civiles del mismo sexo; El País: Papa Francisco apoya las uniones civiles entre homosexuales; Corriere della Sera: El Papa a favor de las uniones civiles de parejas homosexuales.
En nuestro país el mensaje tuvo el efecto de un terremoto en el Episcopado Mexicano (uno de los más tradicionalistas y conservadores del orbe) y de inmediato trataron de matizarlo, pero sin éxito. Y es que nada había que matizar porque fue un mensaje claro. Tan claro como las palabras de Evgeny Afineevsky: “Él no intenta cambiar la doctrina de la Iglesia. Él trata de decir que la gente no debe ser discriminada y que la comunidad gay debería tener los mismos derechos que todos los demás”.
En julio de hace siete años dije que las palabras de Pontífice habían abierto una ventanita para que nadie sufra discriminación por sus preferencias sexuales. Pero lo que hizo ahora mediante el documental, fue abrir la puerta de par en par para que por ahí entren negros, blancos, chinos, pelirrojos, heterosexuales, homosexuales y todo mundo, porque todos vamos en un mismo barco que se llama Tierra.
Discriminar a alguien por su condición social, el color de su piel, sus creencias religiosas o sus preferencias sexuales, ha sido un grave error que la raza humana ha cometido por milenios. Y ya es hora de cambiar.
De que la acción del Papa produjo urticaria en los sectores más conservadores de la jerarquía católica eso que ni qué. Y a ver cómo le va al santo señor porque aparte de ser la Casa de Dios, en El Vaticano también se tejen intrigas palaciegas, traiciones, felonías, perfidias y perjurios.
Aunque en lugar de polarizar, Dios ha de querer que las palabras del Sumo Pontífice sean semilla que germine en tierra fértil por el bien de la humanidad.
Que así sea. bernardogup@hotmail.com
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